Día 274

Isaías 62:6 – 65:25

62:6 Jerusalén, sobre tus muros he puesto centinelas que nunca callarán ni de día ni de noche.

Ustedes, los que invocan al Señor, no se den descanso; 7 ni tampoco lo dejen descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la convierta en la alabanza de la tierra. 8 Por su mano derecha, por su brazo poderoso, ha jurado el Señor: «Nunca más daré a tus enemigos tu grano como alimento, ni se beberá gente extranjera el vino nuevo por el que trabajaste. 9 Alabando al Señor comerán el grano quienes lo hayan cosechado; en los atrios de mi santuario beberán el vino quienes hayan trabajado en la vendimia». 10 ¡Pasen, pasen por las puertas! ¡Preparen el camino para el pueblo! ¡Construyan, construyan la carretera! ¡Quítenle todas las piedras! ¡Desplieguen sobre los pueblos la bandera!

11 He aquí lo que el Señor ha proclamado hasta los confines de la tierra: «Digan a la hija de Sión: “¡Ahí viene tu Salvador! Trae su premio consigo; su recompensa lo acompaña”». 12 Serán llamados «Pueblo santo», «Redimidos del Señor»; y tú serás llamada «Ciudad anhelada», «Ciudad no abandonada».

El día de la venganza y la redención de Dios

63 ¿Quién es este que viene de Edom, desde Bosra, con ropas teñidas de rojo? ¿Quién es este de espléndido ropaje, que avanza[a] con fuerza arrolladora? «Soy yo, el que habla con justicia, el que tiene poder para salvar». 2 ¿Por qué están rojos tus vestidos, como los del que pisa las uvas en el lagar?

3 «He pisado el lagar yo solo; ninguno de los pueblos estuvo conmigo. Los he pisoteado en mi enojo; los he aplastado en mi ira. Su sangre salpicó mis vestidos, y me manché toda la ropa. 4 ¡Ya tengo planeado el día de la venganza! ¡El año de mi redención ha llegado! 5 Miré, pero no hubo quien me ayudara, me asombró que nadie me diera apoyo. Mi propio brazo me dio la victoria; mi propia ira me sostuvo. 6 En mi enojo pisoteé a los pueblos y los embriagué con la copa de mi ira; hice correr su sangre sobre la tierra».

Alabanza y oración

7 Recordaré las misericordias del Señor, y sus hechos dignos de alabanza, por todo lo que hizo por nosotros, por su compasión y gran amor. ¡Sí, por la multitud de cosas buenas que ha hecho por los descendientes de Israel! 8 Declaró: «Verdaderamente son mi pueblo, hijos que no me engañarán». Así se convirtió en el Salvador de ellos. 9 Si ellos se angustiaban, él también se angustiaba; el ángel de su presencia los salvó.[b] En su amor y misericordia los rescató; los levantó y los llevó en los tiempos de antaño. 10 Pero ellos se rebelaron y afligieron a su Santo Espíritu. Por eso se convirtió en su enemigo y luchó él mismo contra ellos.

11 Su pueblo recordó los tiempos pasados, los tiempos de Moisés: ¿Dónde está el que los hizo subir del mar, con el pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que puso su santo Espíritu entre ellos, 12 el que hizo que su glorioso brazo marchara a la derecha de Moisés, el que separó las aguas a su paso, para ganarse renombre eterno? 13 ¿Dónde está el que los guio a través del mar profundo,[c] como a caballo en el desierto, sin que ellos tropezaran? 14 El Espíritu del Señor les dio descanso, como a ganado que pasta en la llanura. Fue así como guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre glorioso.

15 Mira bien desde el cielo; observa desde tu morada santa y gloriosa. ¿Dónde están tu celo y tu poder? ¡Se nos niega tu abundante compasión y ternura! 16 Pero tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca ni nos reconozca Israel; tú, Señor, eres nuestro Padre; ¡tu nombre ha sido siempre «nuestro Redentor»! 17 ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te temamos? Vuelve por amor a tus siervos, por las tribus que son tu herencia. 18 Tu pueblo poseyó por un tiempo tu santuario, pero ahora lo han pisoteado nuestros enemigos. 19 Estamos como si nunca nos hubieras gobernado, como si nunca hubiéramos llevado tu nombre.

64 ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti, 2 como cuando el fuego enciende la leña y hace que hierva el agua! Así darías a conocer tu nombre entre tus enemigos, y ante ti temblarían las naciones. 3 Hiciste maravillas asombrosas cuando descendiste; ante tu presencia temblaron las montañas. 4 Fuera de ti, desde tiempos antiguos nadie ha escuchado ni percibido, ni ojo alguno ha visto, a un Dios que como tú actúe en favor de quienes en él esperan. 5 Sales al encuentro de los que, alegres, practican la justicia y recuerdan tus caminos. Pero te enojas si persistimos en desviarnos de ellos.[d] ¿Cómo podremos ser salvos? 6 Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento. 7 Nadie invoca tu nombre ni se esfuerza por aferrarse a ti. Pues nos has dado la espalda y nos has entregado[e] en poder de nuestras iniquidades.

8 A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. 9 No te enojes demasiado, Señor; no te acuerdes siempre de nuestras iniquidades. ¡Considera, por favor, que todos somos tu pueblo! 10 Tus ciudades santas han quedado devastadas y hasta Sión se ha vuelto un desierto; Jerusalén ha quedado en ruinas. 11 Nuestro santo y glorioso Templo, donde te alababan nuestros antepasados, ha sido devorado por el fuego. Ha quedado en ruinas todo lo que más queríamos. 12 Ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada? ¿Vas a guardar silencio y afligirnos sin medida?

Juicio y salvación

65 «Me di a conocer a los que no preguntaban por mí; dejé que me hallaran los que no me buscaban. A una nación que no invocaba mi nombre, dije: “¡Aquí estoy, aquí estoy!”. 2 Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo rebelde, que va por mal camino, siguiendo sus propios pensamientos. 3 Es un pueblo que en mi propia cara constantemente me provoca; que ofrece sacrificios en los jardines y quema incienso sobre ladrillos; 4 que se sienta entre los sepulcros y pasa la noche en vigilias secretas; que come carne de cerdo, y en sus ollas cocina caldo impuro; 5 que dice: “¡Manténganse alejados! ¡No se me acerquen! ¡Soy demasiado sagrado para ustedes!”. Todo esto me fastidia como humo en la nariz; ¡es un fuego que arde todo el día!

6 »Ante mí ha quedado escrito; no guardaré silencio. Les daré su merecido; lo sufrirán en carne propia, 7 tanto por las iniquidades de ustedes como por las de sus antepasados», dice el Señor. «Por cuanto ellos quemaron incienso en las montañas y me desafiaron en las colinas, les haré sufrir en carne propia las consecuencias de sus acciones pasadas». 8 Así dice el Señor: «Cuando alguien encuentra un buen racimo de uvas, dice: “No lo dañen, porque en él hay bendición”. Del mismo modo actuaré yo por amor a mis siervos: No los destruiré a todos. 9 De Jacob sacaré descendientes, y de Judá, a los que poseerán mis montañas. Las heredarán mis elegidos y allí morarán mis siervos. 10 Para mi pueblo que me busca, Sarón será corral de ovejas; el valle de Acor, corral de vacas.

11 »Pero a ustedes que abandonan al Señor y se olvidan de mi monte santo, que para el dios de la fortuna preparan una mesa y para el dios del destino sirven vino mezclado, 12 los destinaré a la espada; todos ustedes se inclinarán para el degüello. Porque llamé y no me respondieron, hablé y no me escucharon. Más bien, hicieron lo malo ante mis ojos y optaron por lo que no me agrada».

13 Por eso, así dice el Señor y Dios: «Mis siervos comerán, pero ustedes pasarán hambre; mis siervos beberán, pero ustedes sufrirán de sed; mis siervos se alegrarán, pero ustedes serán avergonzados. 14 Mis siervos cantarán con alegría de corazón, pero ustedes clamarán con corazón angustiado; gemirán con espíritu quebrantado. 15 Mis escogidos heredarán el nombre de ustedes como una maldición. El Señor y Dios les dará muerte, pero a sus siervos dará un nombre diferente. 16 Cualquiera que en el país invoque una bendición, lo hará por el Dios de la verdad; y cualquiera que jure en esta tierra, lo hará por el Dios de la verdad. Las angustias del pasado quedarán en el olvido, ocultas ante mis ojos.

Un cielo nuevo y una tierra nueva

17 »Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas ni se traerán a la memoria. 18 Alégrense más bien y regocíjense por siempre, por lo que estoy a punto de crear: Estoy por crear una Jerusalén feliz, un pueblo lleno de alegría. 19 Me regocijaré por Jerusalén y me alegraré en mi pueblo; no volverán a oírse en ella voces de llanto ni gritos de clamor.

20 »Nunca más habrá en ella niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años. El que muera a los cien años será considerado joven; pero el que no llegue[f] a esa edad será considerado maldito. 21 Construirán casas y las habitarán; plantarán viñas y comerán de su fruto. 22 Ya no construirán casas para que otros las habiten ni plantarán viñas para que otros coman. Porque los días de mi pueblo serán como los de un árbol; mis escogidos disfrutarán de las obras de sus manos. 23 No trabajarán en vano ni tendrán hijos para la desgracia; tanto ellos como su descendencia serán simiente bendecida del Señor. 24 Antes que me llamen, yo les responderé; todavía estarán hablando cuando ya los habré escuchado. 25 El lobo y el cordero pacerán juntos; el león comerá paja como el buey y la serpiente se alimentará de polvo. En todo mi monte santo no habrá quien haga daño ni destruya», dice el Señor.

 

Filipenses 2:19 – 30

Dos colaboradores ejemplares

2:19 Espero en el Señor Jesús enviarles pronto a Timoteo, para que también yo cobre ánimo al recibir noticias de ustedes. 20 Nadie como él se preocupa de veras por el bienestar de ustedes, 21 pues todos los demás buscan sus propios intereses y no los de Jesucristo. 22 Pero ustedes conocen bien la entereza de carácter de Timoteo, que ha servido conmigo en la obra del evangelio, como un hijo junto a su padre. 23 Así que espero enviárselo tan pronto como se aclaren mis asuntos. 24 Y confío en el Señor que yo mismo iré pronto.

25 Ahora bien, creo que es necesario enviarles de vuelta a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de lucha, a quien ustedes han enviado para atenderme en mis necesidades. 26 Él los extraña mucho a todos y está afligido porque ustedes se enteraron de que estaba enfermo. 27 En efecto, estuvo enfermo y al borde de la muerte; pero Dios se compadeció de él, y no solo de él, sino también de mí, para no añadir tristeza a mi tristeza. 28 Así que lo envío urgentemente para que, al verlo de nuevo, ustedes se alegren y yo esté menos preocupado. 29 Recíbanlo en el Señor con toda alegría y honren a los que son como él, 30 porque estuvo a punto de morir por la obra de Cristo, arriesgando la vida para suplir el servicio que ustedes no podían prestarme.

 

Salmo 73:1 – 28

Libro III

Salmo de Asaf.

73 En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los de corazón puro! 2 Yo estuve a punto de caer; poco me faltó para que resbalara. 3 Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados.

4 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable.[a] 5 Libres están de los afanes de la gente; no les afectan los infortunios humanos. 6 Por eso lucen su orgullo como un collar y hacen gala de su violencia. 7 Están que revientan de malicia y hasta se les ven sus malas intenciones. 8 Ellos se burlan, hablan con maldad, y arrogantes oprimen y amenazan. 9 Con la boca increpan al cielo y su lengua se pasea por la tierra. 10 Por eso la gente acude a ellos y bebe sus palabras como agua. 11 Hasta dicen: «¿Cómo puede Dios saberlo? ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?». 12 Así son los malvados; sin afanarse, aumentan sus riquezas.

13 En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia,

14 si todo el día me golpean y de mañana me castigan? 15 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos», habría traicionado al linaje de tus hijos. 16 Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, 17 hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí el fin que les espera:

18 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo y los empujas a su propia destrucción. 19 ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror! 20 Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, los despreciarás como una ilusión. 21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo 22 por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!

23 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. 24 Me guías con tu consejo y más tarde me acogerás en gloria. 25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. 26 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi corazón, pero Dios es la roca de mi corazón; él es mi herencia eterna. 27 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. 28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras.

 

Proverbios 24:13 – 14

26

24:13 Come la miel, hijo mío, que es deliciosa; dulce al paladar es la miel del panal. 14 Ten en cuenta que así es la sabiduría a tu alma; si das con ella, tendrás buen futuro; tendrás una esperanza que no será destruida.