Día 275

Isaías 66:1 – 24

Juicio y esperanza

66 Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Dónde estará el lugar de mi reposo? 2 Fue mi mano la que hizo todas estas cosas; fue así como llegaron a existir», afirma el Señor.

«Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra. 3 Pero los que sacrifican toros son como los que matan hombres; los que ofrecen corderos son como los que desnucan perros; los que presentan ofrendas de grano son como los que ofrecen sangre de cerdo y los que queman ofrendas de incienso son como los que adoran ídolos. Ellos han escogido sus propios caminos, y se deleitan en sus abominaciones. 4 Pues yo también escogeré aflicciones para ellos y enviaré sobre ellos lo que tanto temen. Porque nadie respondió cuando llamé; cuando hablé, nadie escuchó. Más bien, hicieron lo que me ofende y optaron por lo que no me agrada».

5 Escuchen la palabra del Señor, ustedes que tiemblan ante su palabra: «Así dicen sus hermanos que los odian y los excluyen por causa de mi nombre: “¡Que el Señor sea glorificado, para que veamos la alegría de ustedes!”. Pero ellos serán los avergonzados. 6 Una voz resuena desde la ciudad, una voz surge del Templo: Es la voz del Señor que da a sus enemigos su merecido.

7 »Antes de estar con dolores de parto, Jerusalén tuvo un hijo; antes que le llegaran los dolores, dio a luz un varón. 8 ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto jamás cosa igual? ¿Puede una nación nacer en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo en un momento? Sin embargo, Sión dio a luz sus hijos cuando apenas comenzaban sus dolores. 9 ¿Podría yo abrir la matriz y no provocar el parto?», dice el Señor. «¿O cerraría yo el seno materno, siendo que yo hago dar a luz?», dice tu Dios. 10 «Mas alégrense con Jerusalén y regocíjense por ella, todos los que la aman; salten con ella de alegría todos los que por ella se conduelen. 11 Porque ustedes serán amamantados y saciados, y hallarán consuelo en su seno; beberán hasta saciarse y se deleitarán en sus henchidos pechos».

12 Porque así dice el Señor: «Hacia ella extenderé la paz como un torrente, y la riqueza de las naciones como río desbordado. Ustedes serán amamantados, llevados en sus brazos, mecidos en sus rodillas. 13 Como madre que consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes; en Jerusalén serán consolados».

14 Cuando ustedes vean esto, se regocijará su corazón, y su cuerpo florecerá como la hierba. El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos y su furor entre sus enemigos. 15 ¡Ya viene el Señor con fuego! ¡Sus carros de combate son como un torbellino! Descargará su enojo con furor, y su reprensión con llamas de fuego. 16 Con fuego y con espada juzgará el Señor a todo mortal. ¡Muchos morirán a manos del Señor!

17 «Juntos perecerán los que se consagran y se purifican para entrar en los jardines, siguiendo a uno que va al frente,[a] y los que comen carne de cerdo, ratas y otras cosas abominables», afirma el Señor. 18 «Yo, por causa de sus acciones y sus pensamientos, estoy a punto de reunir a gente de toda nación y lengua; vendrán y verán mi gloria.

19 »Les daré una señal y a algunos de sus sobrevivientes los enviaré a las naciones: a Tarsis, Pul, Lud (famosa por sus arqueros), Tubal y Grecia, también a las costas lejanas que no han oído hablar de mi fama ni han visto mi gloria. Ellos anunciarán mi gloria entre las naciones. 20 Y a todos los hermanos que ustedes tienen entre las naciones los traerán a mi monte santo en Jerusalén, como una ofrenda al Señor; los traerán en caballos, en carros de combate y en literas, y en mulas y camellos», dice el Señor. «Los traerán como traen los israelitas, en recipientes limpios, sus ofrendas de grano al Templo del Señor. 21 Y de ellos escogeré también a algunos, para que sean sacerdotes y levitas», dice el Señor.

22 «Porque, así como perdurarán en mi presencia el cielo nuevo y la tierra nueva que yo haré, así también perdurarán el nombre y los descendientes de ustedes», afirma el Señor. 23 «Sucederá que, de una luna nueva a otra y de un sábado a otro, toda la humanidad vendrá a postrarse ante mí», dice el Señor. 24 «Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. Porque no morirá el gusano que los devora ni su fuego se apagará. ¡Repulsivos serán a toda la humanidad!».

 

Filipenses 3:1 – 21

Plena confianza en Cristo

3 Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. Para mí no es molestia volver a escribirles lo mismo, y a ustedes les da seguridad.

2 Cuídense de esos perros, cuídense de esos que hacen el mal, cuídense de esos que mutilan el cuerpo. 3 Porque la circuncisión somos nosotros, los que por medio del Espíritu de Dios adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en esfuerzos humanos. 4 Yo mismo tengo motivos para tal confianza. Si cualquier otro cree tener motivos para confiar en esfuerzos humanos, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, un verdadero hebreo; en cuanto a la interpretación de la Ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que la Ley exige, intachable.

7 Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. 8 Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo 9 y encontrarme unido a él. No quiero mi propia justicia que procede de la Ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. 10 Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte. 11 Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.

Ciudadanos del cielo

12 No es que ya lo haya conseguido todo o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, 14 sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.

15 Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos[a] tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también. 16 En todo caso, andemos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado.[b]

17 Hermanos, sigan todos mi ejemplo y fíjense en los que se comportan conforme al modelo que hemos dado. 18 Como he dicho a menudo, y ahora lo repito hasta con lágrimas, muchos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo. 19 Su destino es la destrucción, su dios es el estómago y se enorgullecen de lo que es su vergüenza. Solo piensan en lo terrenal. 20 En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. 21 Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.

 

Salmo 74:1 – 23

Masquilde Asaf.

74 ¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu ira contra las ovejas de tu prado? 2 Acuérdate del pueblo que adquiriste desde tiempos antiguos, de la tribu que redimiste para que fuera tu posesión. Acuérdate de este monte Sión, que es donde tú habitas. 3 Dirige tus pasos hacia estas ruinas eternas; ¡todo en el santuario lo ha destruido el enemigo!

4 Tus adversarios rugen en el lugar de tus asambleas y plantan sus banderas en señal de victoria. 5 Parecen leñadores en el bosque, talando árboles con sus hachas. 6 Con sus hachas y martillos destrozaron todos los adornos de madera. 7 Prendieron fuego a tu santuario; profanaron la morada de tu Nombre. 8 En su corazón[a] dijeron: «¡Vamos a aplastarlos por completo!», y quemaron en el país todos tus santuarios.

9 Ya no vemos señales milagrosas; ya no hay ningún profeta y ni siquiera sabemos hasta cuándo durará todo esto. 10 ¿Hasta cuándo, Dios, te insultará el adversario? ¿Por siempre ofenderá tu nombre el enemigo? 11 ¿Por qué retraes tu mano, tu mano derecha? ¿Por qué te quedas cruzado de brazos? ¡Destrúyelos! 12 Tú, oh Dios, eres mi Rey desde tiempos antiguos; tú traes salvación sobre la tierra.

13 Tú dividiste el mar con tu poder; les rompiste la cabeza a los monstruos marinos. 14 Tú aplastaste las cabezas de Leviatán y lo diste por comida a las fieras del desierto. 15 Tú hiciste que brotaran fuentes y arroyos; secaste ríos de inagotables corrientes. 16 Tuyo es el día, tuya también la noche; tú estableciste la luna y el sol; 17 estableciste todos los límites de la tierra y creaste el verano y el invierno.

18 Recuerda, Señor, que tu enemigo te insulta y que un pueblo insensato ofende tu nombre. 19 No entregues a las fieras la vida de tu tórtola; no te olvides, ni ahora ni nunca, de la vida de tus pobres. 20 Toma en cuenta tu pacto, pues hasta en los lugares más oscuros del país abunda la violencia. 21 Que no vuelva humillado el oprimido; que alaben tu nombre el pobre y el necesitado. 22 Levántate, oh Dios, y defiende tu causa; recuerda que a todas horas te ofenden los necios. 23 No pases por alto el griterío de tus adversarios, el creciente tumulto de tus enemigos.

 

Proverbios 24:15 – 16

27

24:15 No aceches cual malvado la casa del justo ni arrases el lugar donde habita; 16 porque siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará; los malvados, en cambio, se hundirán en la desgracia.