Esdras 1:1 – 2:70
Decreto de Ciro
1 En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el Señor movió el espíritu del rey para que promulgara un decreto en todo su reino y así se cumpliera la palabra del Señor por medio del profeta Jeremías. Tanto oralmente como por escrito, el rey decretó lo siguiente: 2 «Esto es lo que ordena Ciro, rey de Persia: »El Señor, Dios del cielo, que me ha dado todos los reinos de la tierra, me ha encargado que le construya un templo en la ciudad de Jerusalén, que está en Judá. 3 Por tanto, cualquiera que pertenezca a Judá, suba a Jerusalén a construir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén; y que Dios lo acompañe. 4 También ordeno que los habitantes de cada lugar donde haya judíos sobrevivientes los ayuden dándoles plata y oro, bienes y ganado, y ofrendas voluntarias para el templo de Dios en Jerusalén».
El regreso de los judíos
5 Entonces los jefes de familia de Benjamín y de Judá, junto con los sacerdotes y levitas, es decir, con todos aquellos en cuyo espíritu Dios puso el deseo de construir el templo del Señor, se dispusieron a subir a Jerusalén. 6 Todos sus vecinos los ayudaron con plata y oro, bienes y ganado, objetos valiosos y todo tipo de ofrendas voluntarias. 7 Además, el rey Ciro hizo sacar los utensilios que Nabucodonosor se había llevado del Templo del Señor en Jerusalén y había depositado en el templo de su dios.[a] 8 Ciro, el rey de Persia, los entregó a su tesorero Mitrídates, el cual los contó y se los pasó a Sesbasar, gobernador de Judá.
9 El inventario de dichos utensilios fue el siguiente:
tazones de oro 30
tazones de plata 1,000
cuchillos 29
10 tazas de oro 30
tazas de plata 410
objetos diversos 1,000
11 En total fueron cinco mil cuatrocientos los utensilios de oro y de plata.
Todos estos objetos los llevó Sesbasar a Jerusalén cuando a los deportados se les permitió regresar de Babilonia.
Lista de los que regresaron
2 La siguiente es la lista de la gente de la provincia, es decir, de aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos y a quienes se les permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia ciudad 2 en compañía de Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Seraías, Relaías, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvay, Rejún y Baná.
Esta es la lista de los israelitas que regresaron:
3 los descendientes de
Parós 2,172
4 Sefatías 372
5 Araj 775
6 Pajat Moab, es decir, de Jesúa y Joab 2,812
7 Elam 1,254
8 Zatú 945
9 Zacay 760
10 Baní 642
11 Bebay 623
12 Azgad 1,222
13 Adonicán 666
14 Bigvay 2,056
15 Adín 454
16 Ater, es decir, de Ezequías 98
17 Bezay 323
18 Jorá 112
19 Jasún 223
20 Guibar 95
21 Belén 123
22 Netofa 56
23 Anatot 128
24 Azmávet 42
25 Quiriat Yearín, Cafira y Berot 743
26 Ramá y Gueba 621
27 Micmás 122
28 Betel y de Hai 223
29 Nebo 52
30 Magbís 156
31 el otro Elam 1,254
32 Jarín 320
33 Lod, Jadid y Ono 725
34 Jericó 345
35 Sená 3,630
36 De los sacerdotes:
los descendientes de Jedaías, de la familia de Jesúa 973
37 Imer 1,052
38 Pasur 1,247
39 Jarín 1,017
40 De los levitas:
los descendientes de Jesúa y Cadmiel, que pertenecían a la familia de Hodavías 74
41 De los cantores:
los descendientes de Asaf 128
42 De los porteros:
los descendientes de Salún, Ater, Talmón, Acub, Jatitá y Sobay 139
43 Los servidores del Templo:
los descendientes de
Zijá, Jasufá, Tabaot,
44 Querós, Sigajá, Padón,
45 Lebaná, Jagabá, Acub,
46 Jagab, Salmay, Janán,
47 Guidel, Gajar, Reaías,
48 Rezín, Necoda, Gazán,
49 Uza, Paseaj, Besay,
50 Asena, Meunín, Nefusín,
51 Bacbuc, Jacufá, Jarjur,
52 Baslut, Mejidá, Jarsa,
53 Barcós, Sísara, Temá,
54 Neziaj y Jatifá.
55 Los descendientes de los servidores de Salomón:
los descendientes de Sotay, Soféret, Peruda,
56 Jalá, Darcón, Guidel,
57 Sefatías, Jatil,
Poquéret Hasebayin y Ami.[b]
58 Los servidores del Templo y de los descendientes de los servidores de Salomón 392
59 Los siguientes regresaron de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero no pudieron demostrar ascendencia israelita: 60 Los descendientes de Delaías, Tobías y Necoda 652
61 De entre los sacerdotes, tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita los siguientes:
los descendientes de Jobaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre).
62 Estos buscaron sus registros genealógicos, pero como no los encontraron, fueron excluidos del sacerdocio al considerarlos impuros. 63 A ellos el gobernador les prohibió comer de los alimentos sagrados hasta que un sacerdote decidiera su destino por medio del urim y el tumim.
64 El número total de los miembros de la asamblea era de cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 65 sin contar los esclavos y esclavas que sumaban siete mil trescientos treinta y siete; y también había doscientos cantores y cantoras. 66 Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 67 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros. 68 Cuando llegaron al Templo del Señor en Jerusalén, algunos jefes de familia dieron donativos para que se reconstruyera el Templo de Dios en el mismo sitio. 69 De acuerdo con sus capacidades económicas dieron, para la obra de reconstrucción, sesenta y un mil dáricos[c] de oro, cinco mil minas[d] de plata y cien túnicas sacerdotales. 70 Los sacerdotes, los levitas y algunos del pueblo se establecieron en Jerusalén,[e] en tanto que los cantores, los porteros, los servidores del Templo y los demás israelitas se establecieron en sus propias ciudades.
1 Cor. 1:18 – 2:5
Cristo, sabiduría y poder de Dios
1:18 Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. 19 Pues está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios; frustraré la inteligencia de los inteligentes».[a]
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? 21 Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen. 22 Los judíos piden señales y los que no son judíos buscan sabiduría, 23 mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos y es locura para los no judíos, 24 pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o no sean, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 25 Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana.
26 Hermanos, consideren su propio llamamiento: no muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; tampoco son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. 27 Pero Dios escogió lo tonto del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. 28 También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, 29 a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. 30 Pero gracias a él ustedes están unidos en Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría, justificación, santificación y redención; 31 para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor».[b]
2 Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el misterio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. 2 Me decidí más bien, estando entre ustedes, a no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo y de este crucificado. 3 Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. 4 No les hablé ni prediqué con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, 5 para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana, sino del poder de Dios.
Salmo 27:7 – 14
27:7 Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. 8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!».[a] Y yo, Señor, tu rostro busco. 9 No escondas de mí tu rostro; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación. 10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me acogerá. 11 Guíame, Señor, por tu camino; dirígeme por la senda de rectitud, por causa de mis enemigos. 12 No me entregues al capricho de mis adversarios, pues contra mí se levantan testigos falsos que respiran violencia. 13 Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. 14 Pon tu esperanza en el Señor; cobra ánimo y ármate de valor, ¡pon tu esperanza en el Señor!
Proverbios 20:22 – 23
22 Nunca digas: «¡Me vengaré de ese daño!». Confía en el Señor y él actuará por ti. 23 El Señor aborrece las balanzas adulteradas y reprueba el uso de medidas engañosas.