Números 19:1-20:29
Agua para la purificación
19 El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: 2 «Este es otro requisito legal ordenado por el Señor: díganle al pueblo de Israel que traiga una novilla de color rojizo, un animal perfecto sin defectos y al que nunca se le haya colocado un yugo para el arado. 3 Entréguenla al sacerdote Eleazar para que sea llevada fuera del campamento y la maten en su presencia. 4 Entonces Eleazar tomará con el dedo un poco de la sangre y la rociará siete veces hacia el frente del tabernáculo.[a] 5 La novilla será quemada por completo—la piel, la carne, la sangre y el estiércol—en presencia de Eleazar. 6 Después, el sacerdote Eleazar tomará un palo de cedro,[b] una rama de hisopo y un poco de hilo escarlata y los arrojará en el fuego donde se quema la novilla.
7 »Luego el sacerdote lavará su ropa y se bañará en agua. Después podrá volver al campamento, aunque permanecerá ceremonialmente impuro hasta el anochecer. 8 El hombre que queme el animal también lavará su ropa y se bañará en agua, y también permanecerá impuro hasta el anochecer. 9 Luego, alguien que esté ceremonialmente puro recogerá las cenizas de la novilla y las depositará fuera del campamento en un lugar ceremonialmente puro. Las conservarán allí para que la comunidad de Israel las use en el agua para la ceremonia de purificación. Esta ceremonia se realiza para quitar los pecados. 10 El hombre que recoja las cenizas de la novilla también lavará su ropa y quedará ceremonialmente impuro hasta el anochecer. Esta será una ley perpetua para los israelitas y para todo extranjero que viva entre ellos.
11 »El que toque el cadáver de un ser humano quedará ceremonialmente impuro durante siete días. 12 Esta persona debe purificarse el tercer y el séptimo día con el agua de la purificación; entonces quedará purificada; pero si no lo hace el tercer y el séptimo día, quedará impura aun después del séptimo día. 13 El que toque un cadáver y no se purifique de la debida manera contamina el tabernáculo del Señor y será excluido de la comunidad de Israel. Ya que no se roció con el agua de la purificación, su contaminación continúa.
14 »La siguiente ley ritual se aplicará cuando alguien muera dentro de una carpa: todos los que entren en esa carpa y los que se encontraban en ella cuando la muerte ocurrió quedarán ceremonialmente impuros durante siete días. 15 Todo recipiente abierto en la carpa que no estaba cerrado con tapa también estará contaminado. 16 Y si alguien en el campo abierto toca el cadáver de alguien que mataron a espada o que murió de muerte natural, o si alguien toca un hueso de ser humano o una tumba, esa persona quedará contaminada durante siete días.
17 »Para quitar la contaminación, pongan en un frasco parte de las cenizas de la ofrenda quemada de la purificación y echen agua fresca sobre ellas. 18 Después, alguien ceremonialmente puro tomará una rama de hisopo y la mojará en el agua. Esa persona debe rociar el agua sobre la carpa, sobre todos los muebles de la carpa y sobre las personas que estaban en ella; también sobre la persona que tocó un hueso humano, o tocó a una persona que mataron o que murió de muerte natural, o tocó una tumba. 19 La persona ceremonialmente pura rociará el agua sobre los que quedaron contaminados el tercer y el séptimo día. Después, el séptimo día, las personas en proceso de purificación deben lavar sus ropas y bañarse. Entonces esa noche quedarán limpios de su contaminación.
20 »Pero los que se contaminen y no se purifiquen serán excluidos de la comunidad, porque han contaminado el santuario del Señor. Ya que el agua de la purificación no se ha rociado sobre ellos, quedarán contaminados. 21 Esta será una ley perpetua para el pueblo. Aquellos que rocíen el agua de la purificación deben lavar sus ropas después de hacerlo, y todo el que toque el agua usada para la purificación quedará contaminado hasta el anochecer. 22 Toda cosa o toda persona que toque a alguien contaminado, quedará ceremonialmente impura hasta el anochecer».
Moisés golpea la roca
20 El primer mes del año,[c] toda la comunidad de Israel llegó al desierto de Zin y acampó en Cades. Mientras estaban allí, Miriam murió y la enterraron.
2 Ya que en ese lugar no había agua para que el pueblo bebiera, la gente se rebeló contra Moisés y Aarón. 3 El pueblo culpó a Moisés y dijo: «¡Si tan solo hubiéramos muerto con nuestros hermanos delante del Señor! 4 ¿Por qué trajiste a la congregación del pueblo del Señor a este desierto para morir, junto con todos nuestros animales? 5 ¿Por qué nos obligaste a salir de Egipto y nos trajiste a este terrible lugar? ¡Esta tierra no tiene grano ni higos ni uvas ni granadas ni agua para beber!».
6 Entonces Moisés y Aarón se apartaron del pueblo y fueron a la entrada del tabernáculo,[d] donde cayeron rostro en tierra. Allí la presencia gloriosa del Señor se les apareció, 7 y el Señor le dijo a Moisés: 8 «Tú y Aarón tomen la vara y reúnan a toda la comunidad. En presencia de todo el pueblo, háblale a la roca y de ella brotará agua. De la roca proveerás suficiente agua para satisfacer a toda la comunidad y a sus animales».
9 Así que Moisés hizo lo que se le dijo. Tomó la vara del lugar donde se guardaba en la presencia del Señor. 10 Luego él y Aarón mandaron a llamar al pueblo a reunirse frente a la roca. «¡Escuchen, ustedes rebeldes!—gritó—. ¿Acaso debemos sacarles agua de esta roca?». 11 Enseguida Moisés levantó su mano y golpeó la roca dos veces con la vara y el agua brotó a chorros. Así que toda la comunidad y sus animales bebieron hasta saciarse.
12 Sin embargo, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que les doy!». 13 Por eso este lugar se conoce como las aguas de Meriba (que significa «discusión») porque allí el pueblo de Israel discutió con el Señor y él demostró su santidad entre ellos.
Edom le niega el paso a Israel
14 Mientras Moisés estaba en Cades, envió embajadores al rey de Edom con el siguiente mensaje:
«Esto es lo que dicen tus parientes, los israelitas: tú sabes todas las dificultades por las que hemos pasado. 15 Nuestros antepasados bajaron a Egipto y allí vivimos un largo tiempo. Los egipcios nos maltrataron brutalmente, tanto a nosotros como a nuestros antepasados; 16 pero cuando clamamos al Señor, él nos oyó y envió a un ángel que nos sacó de Egipto. Ahora estamos acampando en Cades, la ciudad en la frontera de tu territorio. 17 Por favor, permítenos atravesar tu territorio. Tendremos cuidado de no pasar por tus campos y viñedos, ni siquiera beberemos el agua de tus pozos. Seguiremos derecho por el camino real, sin desviarnos hasta que hayamos atravesado tu territorio».
18 Sin embargo, el rey de Edom dijo: «¡Quédense fuera de mi territorio o saldré a su encuentro con mi ejército!».
19 Entonces los israelitas le contestaron: «Nos mantendremos en el camino principal. Si nuestros animales beben de tu agua, te la pagaremos. Solo permítenos atravesar tu territorio; es todo lo que pedimos».
20 Aun así, el rey de Edom respondió: «¡Quédense fuera! Ustedes no pueden pasar por nuestra tierra». Dicho esto, movilizó su ejército y salió contra ellos con una fuerza imponente. 21 Y como Edom no les permitió a los israelitas atravesar su país, se vieron obligados a regresar.
Muerte de Aarón
22 Toda la comunidad israelita partió de Cades y llegó al monte Hor. 23 Allí, en la frontera de la tierra de Edom, el Señorles dijo a Moisés y a Aarón: 24 «Ha llegado el momento en que Aarón se reúna con sus antepasados al morir. Él no entrará a la tierra que le daré al pueblo de Israel, porque ustedes dos se rebelaron contra mis instrucciones con respecto al agua en Meriba. 25 Lleva a Aarón y a su hijo Eleazar y suban al monte Hor. 26 Ahí le quitarás las vestiduras sacerdotales a Aarón y se las pondrás a su hijo Eleazar. Aarón morirá allí y se reunirá con sus antepasados».
27 Así que Moisés hizo lo que el Señor le ordenó. Los tres subieron juntos al monte Hor, mientras toda la comunidad observaba. 28 En la cumbre, Moisés le quitó las vestiduras sacerdotales a Aarón y se las puso a Eleazar, hijo de Aarón. Entonces Aarón murió en la cima de la montaña y Moisés y Eleazar descendieron. 29 Cuando el pueblo se dio cuenta de que Aarón había muerto, todo Israel lo lloró por treinta días.
Lucas 1:1-25
1 Muchas personas han intentado escribir un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros. 2 Se valieron de los informes que circulan entre nosotros dados por testigos oculares, los primeros discípulos.[a] 3 Después de investigar todo con esmero desde el principio, yo también decidí escribir un relato fiel para ti, muy honorable Teófilo, 4 para que puedas estar seguro de la veracidad de todo lo que te han enseñado.
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista
5 Cuando Herodes era rey en Judea, hubo un sacerdote judío llamado Zacarías. Era miembro del grupo sacerdotal de Abías; y su esposa, Elisabet, también pertenecía a la familia sacerdotal de Aarón. 6 Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios y cuidadosos en obedecer todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor. 7 No tenían hijos porque Elisabet no podía quedar embarazada y los dos eran ya muy ancianos.
8 Cierto día, Zacarías se encontraba sirviendo a Dios en el templo, porque su grupo de sacerdotes estaba de turno esa semana. 9 Como era costumbre entre los sacerdotes, le tocó por sorteo entrar en el santuario del Señor y quemar el incienso. 10 Mientras el incienso se quemaba, una gran multitud estaba afuera orando.
11 Y mientras Zacarías estaba en el santuario, se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Cuando Zacarías lo vio, se alarmó y se llenó de temor, 13 pero el ángel le dijo:
—¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha oído tu oración. Tu esposa, Elisabet, te dará un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Tendrás gran gozo y alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, 15 porque él será grande a los ojos del Señor. No deberá beber vino ni ninguna bebida alcohólica y será lleno del Espíritu Santo aun antes de nacer.[b] 16 Y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor su Dios. 17 Será un hombre con el espíritu y el poder de Elías; preparará a la gente para la venida del Señor. Inclinará el corazón de los padres[c] hacia los hijos[d] y hará que los rebeldes acepten la sabiduría de los justos.
18 Zacarías le dijo al ángel:
—¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá esto? Ya soy muy anciano, y mi esposa también es de edad avanzada.
19 Entonces el ángel dijo:
—¡Yo soy Gabriel! Estoy en la presencia misma de Dios. ¡Fue él quien me envió a darte esta buena noticia! 20 Pero ahora, como no creíste lo que te dije, te quedarás mudo, sin poder hablar hasta que nazca el niño. Te aseguro que mis palabras se cumplirán a su debido tiempo.
21 Mientras tanto, la gente esperaba a que Zacarías saliera del santuario y se preguntaba por qué tardaba tanto. 22 Cuando por fin salió, no podía hablarles. Entonces, por las señas que hacía y su silencio, se dieron cuenta de que seguramente había tenido una visión en el santuario.
23 Cuando Zacarías terminó su semana de servicio en el templo, regresó a su casa. 24 Poco tiempo después, su esposa, Elisabet, quedó embarazada y permaneció recluida en su casa durante cinco meses. 25 «¡Qué bondadoso es el Señor!—exclamó ella—. Me ha quitado la vergüenza de no tener hijos».
Salmo 56:1-13
56 Oh Dios, ten misericordia de mí, porque la gente me acosa. Mis enemigos me atacan todo el día.2 Los que me calumnian no dejan de acosarme, y muchos me atacan descaradamente.3 Pero cuando tenga miedo, en ti pondré mi confianza.4 Alabo a Dios por lo que ha prometido. En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales?
5 Siempre tergiversan lo que digo; se pasan el día tramando cómo hacerme daño.6 Se juntan para espiarme; vigilan cada paso que doy, ansiosos de matarme.7 No permitas que estos malvados se salgan con la suya; en tu enojo, oh Dios, derríbalos.8 Tú llevas la cuenta de todas mis angustias[b] y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro.
9 Mis enemigos emprenderán la retirada cuando yo clame a ti por ayuda. Una cosa sé: ¡Dios está de mi lado!10 Alabo a Dios por lo que ha prometido; sí, alabo al Señor por lo que ha prometido.11 En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales? 12 Cumpliré los votos que te hice, oh Dios, y ofreceré un sacrificio de gratitud por tu ayuda. 13 Pues me rescataste de la muerte; no dejaste que mis pies resbalaran. Así que ahora puedo caminar en tu presencia, oh Dios,en tu luz que da vida.
Proveerbios 11:8
11:8 Los justos son rescatados de dificultades,y estas caen sobre los perversos.