Josuè 5:1 – 7:15
5 En efecto, un gran pánico invadió a todos los reyes amorreos que estaban al oeste del Jordán y a los reyes cananeos de la costa del Mediterráneo cuando se enteraron de que el Señor había secado el Jordán para que los israelitas lo cruzaran. ¡No se atrevían a hacerles frente!
La circuncisión
2 En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: «Prepara cuchillos de piedra afilada y vuelve a practicar la circuncisión entre los israelitas». 3 Así que Josué hizo los cuchillos y circuncidó a los varones israelitas en la colina de Aralot.[a]
4 Realizó la ceremonia porque los israelitas en edad militar que habían salido de Egipto ya habían muerto en el desierto. 5 Todos ellos habían sido circuncidados, pero no los que nacieron en el desierto mientras el pueblo peregrinaba después de salir de Egipto. 6 El Señor había prometido a sus antepasados que les daría una tierra donde abundan la leche y la miel. Pero los israelitas que salieron de Egipto no obedecieron al Señor y, por ello, él juró que no verían esa tierra. En consecuencia, deambularon por el desierto durante cuarenta años hasta que murieron todos los varones en edad militar. 7 A los hijos de estos, a quienes Dios puso en lugar de ellos, los circuncidó Josué, pues no habían sido circuncidados durante el viaje. 8 Una vez que todos fueron circuncidados, permanecieron en el campamento hasta que se recuperaron.
9 Luego el Señor dijo a Josué: «Hoy les he quitado de encima la vergüenza de haber sido esclavos en Egipto». Por esa razón, aquel lugar se llama Guilgal[b] hasta el día de hoy.
Celebración de la Pascua
10 Al caer la tarde del día catorce del mes primero, mientras acampaban en la llanura de Jericó, los israelitas celebraron la Pascua. 11 Al día siguiente, después de la Pascua, el pueblo empezó a alimentarse de los productos de la tierra, de panes sin levadura y de trigo tostado. 12 Un día después dejó de caer maná y durante ese año el pueblo se alimentó de los frutos de la tierra de Canaán.
El comandante del ejército del Señor
13 Josué, que acampaba cerca de Jericó, levantó la vista y vio a un hombre de pie frente a él, espada en mano. Josué se acercó y preguntó: —¿Es usted de los nuestros o del enemigo? 14 —¡De ninguno! —respondió—. Me presento ante ti como comandante del ejército del Señor. Entonces Josué se postró rostro en tierra y preguntó: —¿Qué órdenes trae usted, mi Señor, para este siervo suyo? 15 El comandante del ejército del Señor contestó: —Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. Y Josué obedeció.
La conquista de Jericó
6 Las puertas de Jericó estaban bien aseguradas por temor a los israelitas; nadie podía salir o entrar.
2 Pero el Señor dijo a Josué: «¡He entregado en tus manos a Jericó y a su rey con sus guerreros! 3 Tú y tus soldados marcharán una vez alrededor de la ciudad; así lo harán durante seis días. 4 Siete sacerdotes llevarán trompetas y marcharán frente al arca. El séptimo día ustedes marcharán siete veces alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocan las trompetas. 5 Cuando todos escuchen el toque de trompeta, el pueblo deberá gritar a voz en cuello. Entonces los muros de la ciudad se derrumbarán y cada uno entrará sin impedimento».
6 Josué, hijo de Nun, llamó a los sacerdotes y ordenó: «Carguen el arca del pacto del Señor y que siete de ustedes lleven trompetas y marchen frente a ella». 7 Y dijo al pueblo: «¡Adelante! ¡Marchen alrededor de la ciudad! Pero los hombres armados deben marchar al frente del arca del Señor».
8 Cuando Josué terminó de dar las instrucciones al pueblo, los siete sacerdotes marcharon al frente del arca del pacto del Señor tocando sus trompetas; y el arca del pacto les seguía. 9 Los hombres armados marchaban al frente de los sacerdotes que tocaban las trompetas. Y tras el arca, marchaba la retaguardia. Durante todo ese tiempo las trompetas no cesaron de sonar. 10 Al resto del pueblo, en cambio, Josué le ordenó marchar en silencio, sin decir palabra alguna ni gritar hasta el día en que les diera la orden de gritar a viva voz.
11 Josué hizo llevar el arca del Señor alrededor de Jericó una sola vez. Después, el pueblo regresó al campamento para pasar la noche.
12 Al día siguiente, Josué se levantó temprano y los sacerdotes cargaron el arca del Señor. 13 Los siete sacerdotes que llevaban las trompetas tomaron la delantera y marcharon al frente del arca mientras tocaban sus trompetas. Los hombres armados marchaban al frente de ellos y tras el arca del Señor marchaba la retaguardia. ¡Nunca dejaron de oírse las trompetas! 14 También en este segundo día marcharon una sola vez alrededor de la ciudad y luego regresaron al campamento. Así hicieron durante seis días.
15 El séptimo día, a la salida del sol, se levantaron y marcharon alrededor de la ciudad tal como lo habían hecho los días anteriores, solo que en ese día repitieron la marcha siete veces. 16 A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas y Josué ordenó al ejército: «¡Empiecen a gritar! ¡El Señor les ha entregado la ciudad! 17 Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al Señor. Solo se salvarán la prostituta Rajab y los que se encuentren en su casa, porque ella escondió a nuestros mensajeros. 18 No vayan a tomar nada de lo que ha sido destinado al exterminio para que ni ustedes ni el campamento de Israel se pongan en peligro de exterminio y de desgracia. 19 El oro y la plata y los utensilios de bronce y de hierro pertenecen al Señor: colóquenlos en su tesoro».
20 Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó sin detenerse y tomó la ciudad. 21 Mataron a filo de espada a todo hombre y mujer, joven y anciano. Lo mismo hicieron con las vacas, las ovejas y los burros; destruyeron todo lo que tuviera aliento de vida. ¡La ciudad entera quedó arrasada!
22 Ahora bien, Josué había dicho a los dos espías: «Vayan a casa de la prostituta y tráiganla junto con sus parientes, tal como se lo juraron». 23 Así que los jóvenes espías entraron y sacaron a Rajab junto con su padre, su madre y sus hermanos, y todas sus pertenencias, y llevaron a toda la familia a un lugar seguro, fuera del campamento israelita.
24 Solo entonces los israelitas incendiaron la ciudad con todo lo que había en ella, menos los objetos de plata, de oro, de bronce y de hierro, los cuales depositaron en el tesoro de la casa del Señor. 25 Así Josué salvó a la prostituta Rajab, a toda su familia y todas sus posesiones, por haber escondido a los mensajeros que él había enviado a espiar Jericó. Y desde entonces Rajab vive con el pueblo de Israel.
26 En aquel tiempo, Josué hizo este juramento: «¡Maldito sea en la presencia del Señor el que se atreva a reconstruir esta ciudad! »Que eche los cimientos a costa de la vida de su hijo mayor. Que ponga las puertas a costa de la vida de su hijo menor». 27 El Señor estuvo con Josué y este se hizo famoso por todo el país.
El pecado de Acán
7 Sin embargo, los israelitas desobedecieron al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues Acán, hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, guardó para sí parte del botín que Dios había destinado al exterminio. Este hombre de la tribu de Judá provocó la ira del Señor contra los israelitas.
La derrota en Hai
2 Josué envió a unos hombres de Jericó hacia Hai, lugar cercano a Bet Avén, frente a Betel, y les dijo: «Vayan a explorar la tierra». Fueron, pues, a explorar la ciudad de Hai.
3 Poco después regresaron y dieron el siguiente informe a Josué: «No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo». 4 Por esa razón, solo fueron a la batalla tres mil soldados, pero estos salieron huyendo ante los de Hai. 5 El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo.
6 Ante esto, Josué rompió sus ropas y se postró rostro en tierra ante el arca del Señor y permaneció allí hasta la tarde. Los jefes de Israel hicieron lo mismo y echaron ceniza sobre su cabeza.[c] 7 Josué reclamó a Dios: —Señor y Dios, ¿por qué hiciste que este pueblo cruzara el Jordán y luego lo entregaste en manos de los amorreos para que lo destruyeran? ¡Mejor nos hubiéramos quedado al otro lado del río! 8 Dime, Señor, ¿qué puedo decir ahora que Israel ha huido de sus enemigos? 9 Los cananeos se enterarán y llamarán a los pueblos de la región; entonces nos rodearán y nos exterminarán. ¡Qué será de tu gran prestigio para tu nombre!
10 Y el Señor le contestó: —¡Levántate! ¿Qué haces allí postrado? 11 Los israelitas han pecado y han violado el pacto que concerté con ellos. Se han apropiado del botín de guerra que debía ser destruido y lo han escondido entre sus posesiones. 12 Por eso los israelitas no podrán hacerles frente a sus enemigos, sino que tendrán que huir de sus adversarios. Ellos mismos acarrearon su destrucción. Y, si no destruyen ese botín que está en medio de ustedes, yo no seguiré a su lado.
13 »¡Levántate! ¡Consagra al pueblo! Diles que se consagren para presentarse ante mí mañana y que yo, el Señor, Dios de Israel, declaro: “¡Lo que ordené destruir continúa en medio de ti, Israel! No podrás hacer frente a tus enemigos hasta que hayas destruido esas cosas.
14 »”Mañana por la mañana se presentarán por tribus. La tribu que yo señale por suertes presentará a sus clanes; el clan que el Señor señale presentará a sus familias; y la familia que el Señor señale presentará a sus varones. 15 El que sea sorprendido en posesión del botín de guerra destinado a la destrucción será quemado junto con su familia y sus posesiones, pues ha violado el pacto del Señor y ha causado una gran vergüenza a Israel”».
Lucas 15:1 – 32
Parábola de la oveja perdida
15 Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, 2 de modo que los fariseos y los maestros de la Ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». 3 Él entonces contó esta parábola: 4 «Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, lleno de alegría, la carga en los hombros 6 y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido”. 7 Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Parábola de la moneda perdida
8 »O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata[a] y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido”. 10 Les digo que así mismo se alegran los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Parábola del hijo perdido
11 »Un hombre tenía dos hijos —continuó Jesús—. 12 El menor de ellos dijo a su padre: “Papá, dame lo que me toca de la herencia”. Así que el padre repartió sus bienes entre los dos. 13 Poco después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano; allí vivió desenfrenadamente y derrochó su herencia.
14 »Cuando ya lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en la región y él comenzó a pasar necesidad. 15 Así que fue y consiguió empleo con un ciudadano de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Tanta hambre tenía que hubiera querido llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero aun así nadie le daba nada. 17 Por fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra y yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no merezco que se me llame tu hijo; trátame como si fuera uno de tus jornaleros”. 20 Así que emprendió el viaje y se fue a su padre.
»Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.[b] 22 Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ha sido hallado”. Así que empezaron a hacer fiesta.
25 »Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó que había música y danza. 26 Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. 27 “Tu hermano ha llegado —le respondió—, y tu papá ha matado el ternero más gordo porque lo ha recobrado sano y salvo”. 28 Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. 29 Pero él contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! 30 ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”.
31 »“Hijo mío —le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».
Salmo 81:1 – 16
Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de Asaf.
81 Canten con júbilo a Dios, nuestra fortaleza; ¡aclamen alegres al Dios de Jacob! 2 ¡Entonen salmos! ¡Toquen ya el pandero, el arpa y la lira melodiosa! 3 ¡Toquen la trompeta en la luna nueva y en la luna llena, día de nuestra fiesta! 4 Este es un estatuto para Israel, una ley del Dios de Jacob. 5 Cuando salió contra la tierra de Egipto, lo estableció como un mandato dado a José.
Escuché una voz desconocida decir: 6 «Te he quitado la carga de los hombros; tus manos se han librado del pesado cesto. 7 En tu angustia me llamaste y te libré; oculto en el trueno te respondí; en las aguas de Meribá te puse a prueba. Selah 8 »Escucha, pueblo mío, mis advertencias; ¡ay, Israel, si tan solo me escucharas! 9 No tendrás ningún dios extranjero, ni te postrarás ante ningún dios extraño. 10 Yo soy el Señor tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto. Abre bien la boca, y te la llenaré. 11 »Pero mi pueblo no me escuchó; Israel no quiso hacerme caso. 12 Por eso los abandoné a la terquedad de su corazón, para que actuaran como mejor les pareciera.
13 »Si mi pueblo tan solo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos, 14 ¡cuán pronto sometería yo a sus enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios! 15 Los que aborrecen al Señor se rendirían ante él, pero serían eternamente castigados. 16 Y a ti te alimentaría con lo mejor del trigo; con miel de la roca te saciaría».
Proverbios 13:1
13 El hijo sabio atiende a la corrección de su padre, pero el insolente no hace caso a la reprensión.