Día 225

 

Nehemías 5:14 – 7:60

5:14 Desde el año veinte del reinado de Artajerjes, cuando fui designado gobernador de la tierra de Judá, hasta el año treinta y dos, es decir, durante doce años, ni mis hermanos ni yo utilizamos el impuesto que me correspondía como gobernador. 15 En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta siclos[a] de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice eso. 16 Al contrario, tanto yo como mis criados trabajamos en la reconstrucción de la muralla y no compramos ningún terreno.

17 A mi mesa se sentaban ciento cincuenta hombres, entre judíos y oficiales, sin contar a los que llegaban de países vecinos. 18 Era tarea de todos los días preparar un buey, seis ovejas escogidas y algunas aves; y cada diez días se traía vino en abundancia. Pero nunca utilicé el impuesto que me correspondía como gobernador, porque ya el pueblo tenía una carga muy pesada. 19 ¡Recuerda, Dios mío, todo lo que he hecho por este pueblo y favoréceme!

Nueva oposición de los enemigos

6 Sambalat, Tobías, Guesén el árabe y el resto de nuestros enemigos se enteraron de que yo había reconstruido la muralla y se habían cerrado las brechas (aunque todavía no se habían puesto las puertas en su sitio). 2 Entonces Sambalat y Guesén me enviaron este mensaje: «Tenemos que reunirnos contigo en alguna de las poblaciones del valle de Ono».

En realidad, lo que planeaban era hacerme daño. 3 Así que envié unos mensajeros a decirles: «Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir. Si bajara yo a reunirme con ustedes, la obra se vería interrumpida». 4 Cuatro veces me enviaron este mensaje y otras tantas respondí lo mismo. 5 La quinta vez Sambalat me envió, por medio de uno de sus sirvientes, el mismo mensaje en una carta abierta, 6 que a la letra decía: «Corre el rumor entre la gente —y Guesén[b] lo asegura— de que tú y los judíos están construyendo la muralla porque tienen planes de rebelarse. Según tal rumor, tú pretendes ser su rey, 7 y has nombrado profetas para que te proclamen rey en Jerusalén y se declare: “¡Tenemos rey en Judá!”. Todo esto llegará a oídos del rey. Por eso, ven y hablemos de este asunto».

8 Yo envié a decirle: «Nada de lo que dices es cierto. Todo esto es pura invención tuya». 9 En realidad, lo que pretendían era asustarnos. Pensaban desanimarnos, para que no termináramos la obra. «Y ahora, Señor, ¡fortalece mis manos!».

10 Fui entonces a la casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mehetabel, que se había encerrado en su casa. Él me dijo: «Reunámonos a puerta cerrada en el Templo de Dios, en el interior del mismo, porque vendrán a matarte. ¡Sí, esta noche te quitarán la vida!». 11 Pero yo respondí: «¡Yo no soy de los que huyen! ¡Los hombres como yo no corren a esconderse en el Templo para salvar la vida! ¡No me esconderé!». 12 Y es que me di cuenta de que Dios no lo había enviado, sino que se las daba de profeta porque Sambalat y Tobías lo habían sobornado. 13 En efecto, lo habían sobornado para intimidarme y hacerme pecar siguiendo su consejo. Así podrían hablar mal de mí y desprestigiarme.

14 «¡Dios mío, recuerda las intrigas de Sambalat y Tobías! ¡Recuerda también a la profetisa Noadías y a los otros profetas que quisieron asustarme!».

Termina la reconstrucción de la muralla

15 La muralla se terminó el día veinticinco del mes de elul. Su reconstrucción había durado cincuenta y dos días. 16 Cuando todos nuestros enemigos se enteraron de esto, las naciones vecinas se sintieron atemorizadas y humilladas, pues reconocieron que ese trabajo se había hecho con la ayuda de nuestro Dios. 17 En aquellos días los nobles de Judá se mantuvieron en estrecho contacto por carta con Tobías, 18 pues muchos judíos se habían aliado a él por ser yerno de Secanías, hijo de Araj, y porque su hijo Johanán era yerno de Mesulán, hijo de Berequías. 19 En mi presencia hablaban bien de él, y luego le comunicaban todo lo que yo decía. Tobías, por su parte, trataba de asustarme con sus cartas.

Plan para defender a Jerusalén

7 Una vez que se terminó la reconstrucción de la muralla, fueron colocadas sus puertas, se nombraron porteros, cantores y levitas. 2 A mi hermano Jananí, que era un hombre fiel y temeroso de Dios como pocos, lo puse a cargo de Jerusalén, junto con Jananías, comandante de la ciudad. 3 A los dos les dije: «Las puertas de Jerusalén se abrirán cuando ya haya salido el sol; volverán a cerrarse y se asegurarán con sus barras cuando los porteros estén en sus puestos. Además, los habitantes de Jerusalén montarán guardia, unos en sus puestos y otros frente a su propia casa».

Lista de los repatriados

4 La ciudad ocupaba una gran extensión, pero tenía pocos habitantes porque no todas las casas se habían reconstruido. 5 Mi Dios puso en mi corazón el deseo de reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para registrarlos según su descendencia; y encontré el registro genealógico de los que habían regresado en la primera repatriación. Allí estaba escrito:

6 La siguiente es la lista de la gente de la provincia, es decir, de aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos y a quienes se les permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia ciudad, 7 bajo el mando de Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nehúm y Baná.

Esta es la lista de los israelitas que regresaron:

8 los descendientes de Parós    2,172

9 Sefatías         372

10 Araj  652

11 Pajat Moab, es decir, de Jesúa y Joab           2,818

12 Elam            1,254

13 Zatú 845

14 Zacay          760

15 Binuy           648

16 Bebay          628

17 Azgad          2,322

18 Adonicán      667

19 Bigvay         2,067

20 Adín 655

21 Ater, es decir, de Ezequías    98

22 Jasún          328

23 Bezay          324

24 Jarif 112

25 Gabaón        95

26 Belén y de Netofa     188

27 Anatot          128

28 Bet Azmávet 42

29 Quiriat Yearín, Cafira y Berot 743

30 Ramá y Gueba         621

31 Micmás        122

32 Betel y de Hai           123

33 el otro Nebo 52

34 el otro Elam  1,254

35 Jarín            320

36 Jericó          345

37 Lod, Jadid y Ono      721

38 Sená            3,930

39 De los sacerdotes: los descendientes de Jedaías, de la familia de Jesúa         973

40 Imer 1,052

41 Pasur           1,247

42 Jarín            1,017

43 De los levitas:

los descendientes de Jesúa y de Cadmiel, que pertenecían a la familia de Hodavías        74

44 De los cantores: los descendientes de

Asaf     148

45 De los porteros: los descendientes de Salún, Ater, Talmón, Acub, Jatitá y Sobay          138

46 De los servidores del Templo:

los descendientes de Zijá, Jasufá, Tabaot,

47 Querós, Sigajá, Padón,

48 Lebaná, Jagabá, Salmay,

49 Janán, Guidel, Gajar,

50 Reaías, Rezín, Necoda,

51 Gazán, Uza, Paseaj,

52 Besay, Meunín, Nefisesín,

53 Bacbuc, Jacufá, Jarjur,

54 Baslut, Mejidá, Jarsa,

55 Barcós, Sísara, Temá,

56 Neziaj y Jatifá.

57 De los descendientes de los servidores de Salomón:

los descendientes de Sotay, Soféret, Peruda,

58 Jalá, Darcón, Guidel,

59 Sefatías, Jatil,

Poquéret Hasebayin y Amón.

60 Los servidores del Templo y de los descendientes de los servidores de Salomón         392

 

1 Cor. 8:1 – 13

Lo sacrificado a los ídolos

8 En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, es cierto que todos tenemos conocimiento. El conocimiento trae orgullo, mientras que el amor edifica. 2 El que cree que sabe algo, todavía no sabe como debiera saber. 3 Pero el que ama a Dios es conocido por él.

4 De modo que, en cuanto a comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que un ídolo no tiene ningún valor en este mundo y que hay un solo Dios. 5 Aunque haya los así llamados dioses, en el cielo o en la tierra (y por cierto que hay muchos «dioses» y muchos «señores»), 6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos.

7 Pero no todos tienen conocimiento de esto. Algunos siguen tan acostumbrados a los ídolos que, cuando comen carne a sabiendas de que ha sido sacrificada a un ídolo, su conciencia se contamina por ser débil. 8 Pero lo que comemos no nos acerca a Dios; no somos peores por no comer ni mejores por comer.

9 Sin embargo, tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles. 10 Porque, si alguien de conciencia débil te ve a ti, que tienes este conocimiento, comer en el templo de un ídolo, ¿no se sentirá animado a comer lo que ha sido sacrificado a los ídolos? 11 Entonces ese hermano débil, por quien Cristo murió, se perderá a causa de tu conocimiento. 12 Al pecar así contra los hermanos, hiriendo su débil conciencia, pecan ustedes contra Cristo. 13 Por lo tanto, si la comida va a hacer pecar a mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacerlo caer en pecado.

 

Salmo 33:1 – 12

33 Canten al Señor con alegría, ustedes los justos; es propio de los íntegros alabar al Señor. 2 Alaben al Señor al son del arpa; entonen alabanzas con la lira de diez cuerdas. 3 Cántenle una canción nueva; toquen con destreza y den voces de alegría. 4 La palabra del Señor es justa; fieles son todas sus obras. 5 El Señor ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su gran amor.

6 Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos y por el soplo de su boca, todo lo que en ellos hay. 7 Él recoge en cántaros las aguas del mar y junta en depósitos las profundidades del océano. 8 Que toda la tierra tema al Señor; que lo honren todos los pueblos del mundo; 9 porque él habló, todo fue hecho; dio una orden y todo quedó firme.

10 El Señor frustra los planes de las naciones; desbarata los designios de los pueblos. 1 Pero los planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su corazón son eternos. 12 Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que escogió por su heredad.

 

Proverbios 21:8 – 10

21:8 Torcido es el camino del culpable, pero recta la conducta del hombre honrado. 9 Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. 10 El malvado solo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo.