Día 146

2 Sam. 9:1 – 11:27

David y Mefiboset

9 El rey David averiguó si había alguien de la familia de Saúl a quien pudiera beneficiar en memoria de Jonatán 2 y, como la familia de Saúl había tenido un administrador que se llamaba Siba, mandaron por él. Cuando Siba se presentó ante el rey David, este preguntó: —¿Tú eres Siba? —A sus órdenes —respondió.

3 —¿No queda nadie de la familia de Saúl a quien yo pueda beneficiar en el nombre de Dios? —volvió a preguntar el rey. —Sí, todavía le queda a Jonatán un hijo que está tullido de ambos pies —le respondió Siba al rey. 4 —¿Y dónde está? —En Lo Debar; vive en casa de Maquir, hijo de Amiel. 5 Entonces el rey David mandó a buscarlo a casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lo Debar. 6 Cuando Mefiboset, que era hijo de Jonatán y nieto de Saúl, estuvo en presencia de David, se inclinó ante él rostro en tierra. —¿Tú eres Mefiboset? —preguntó David.

—A sus órdenes —respondió él. 7 —No temas, pues en memoria de tu padre Jonatán he decidido beneficiarte. Voy a devolverte todas las tierras que pertenecían a tu abuelo Saúl y de ahora en adelante te sentarás a mi mesa.

8 Mefiboset se postró y dijo: —¿Y quién es este siervo suyo para que usted se fije en él? ¡Si no valgo más que un perro muerto! 9 Pero David llamó a Siba, el administrador de Saúl, y dijo: —Todo lo que pertenecía a tu amo Saúl y a su familia se lo entrego a su nieto Mefiboset. 10 Te ordeno que cultives para él la tierra y guardes la cosecha para el sustento de su casa. Que te ayuden tus quince hijos y tus veinte criados. En cuanto al nieto de tu amo, siempre comerá en mi mesa. 11 —Tu servidor hará todo lo que mi señor el rey me ordene —respondió Siba.

A partir de ese día Mefiboset se sentó a la mesa de David[a] como uno más de los hijos del rey. 12 Toda la familia de Siba estaba al servicio de Mefiboset, quien tenía un hijo pequeño llamado Micaías. 13 Tullido de ambos pies, Mefiboset vivía en Jerusalén, pues siempre se sentaba a la mesa del rey.

David derrota a los amonitas

10 Pasado algún tiempo, murió el rey de los amonitas y su hijo Janún lo sucedió en el trono. 2 Entonces David pensó: «Debo ser leal con Janún, hijo de Najás, tal como su padre lo fue conmigo». Así que envió a unos mensajeros para darle el pésame por la muerte de su padre.

Cuando los mensajeros de David llegaron al país de los amonitas, 3 los comandantes de ese pueblo aconsejaron a Janún, su rey: «¿Y acaso cree usted que David ha enviado a estos mensajeros solo para darle el pésame y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que los ha enviado a explorar y espiar la ciudad para luego destruirla?». 4 Entonces Janún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran media barba y cortaran su ropa por la mitad, dejándolos desnudos de la cintura hacia abajo. Y así los despidió.

5 Los hombres de David se sentían muy avergonzados. Cuando David se enteró de lo que había pasado, mandó que los recibieran y les dieran este mensaje de su parte: «Quédense en Jericó y no regresen hasta que les crezca la barba». 6 Al darse cuenta los amonitas de que habían ofendido a David, hicieron trámites para contratar mercenarios: de entre los arameos de Bet Rejob y de Sobá, veinte mil soldados de infantería; del rey de Macá, mil hombres; y de Tob, doce mil hombres. 7 Cuando David lo supo, despachó a Joab con todos los soldados del ejército. 8 Los amonitas avanzaron hasta la entrada de su ciudad y se alistaron para la batalla, mientras que los arameos de Sobá y Rejob se quedaron aparte, en campo abierto, junto con los hombres de Tob y de Macá.

9 Joab se vio amenazado por el frente y por la retaguardia, así que escogió a las mejores tropas israelitas para pelear contra los arameos. 10 El resto de las tropas las puso al mando de su hermano Abisay, para que enfrentaran a los amonitas. 11 A Abisay le ordenó: «Si los arameos pueden más que yo, tú vendrás a rescatarme; y si los amonitas pueden más que tú, yo iré a tu rescate. 12 ¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que bien le parezca!».

13 Enseguida Joab y sus tropas avanzaron contra los arameos y estos huyeron de él. 14 Al ver que los arameos se daban a la fuga, también los amonitas huyeron de Abisay y se refugiaron en la ciudad. Entonces Joab suspendió el ataque contra los amonitas y regresó a Jerusalén. 15 Los arameos, al verse derrotados por Israel, volvieron a reunirse. 16 Además, Hadad Ezer mandó movilizar a los arameos que estaban al otro lado del río Éufrates, los cuales fueron a Jelán bajo el mando de Sobac, comandante del ejército de Hadad Ezer.

17 Cuando David se enteró de esto, reunió a todo Israel, cruzó el Jordán y marchó hacia Jelán. Los arameos se enfrentaron con David y lo atacaron, 18 pero tuvieron que huir ante los israelitas. David mató a setecientos soldados que guiaban los carros de guerra y a cuarenta mil de infantería.[b] También hirió a Sobac, comandante del ejército arameo, quien murió allí mismo. 19 Al ver que los arameos habían sido derrotados por los israelitas, todos los reyes vasallos de Hadad Ezer hicieron la paz con los israelitas y se sometieron a ellos. Y nunca más se atrevieron los arameos a ir en auxilio de los amonitas.

David y Betsabé

11 En la primavera, que era la época en que los reyes[c] salían de campaña, David mandó a Joab con la guardia real y todo el ejército de Israel para que aniquilara a los amonitas y sitiara la ciudad de Rabá. Pero David se quedó en Jerusalén. 2 Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, 3 por lo que David mandó que averiguaran quién era y le informaron: «Se trata de Betsabé, que es hija de Elián y esposa de Urías el hitita». 4 Entonces David ordenó que la llevaran a su presencia y, cuando Betsabé llegó, él se acostó con ella. Después de eso, ella volvió a su casa. Hacía poco que Betsabé se había purificado de su menstruación,[d] 5 así que quedó embarazada y se lo hizo saber a David.

6 Entonces David envió este mensaje a Joab: «Mándame aquí a Urías el hitita». Y Joab así lo hizo. 7 Cuando Urías llegó, David preguntó cómo estaban Joab y los soldados, y cómo iba la campaña. 8 Luego dijo: «Vete a tu casa y lávate los pies».[e] Tan pronto como salió del palacio, Urías recibió un regalo de parte del rey, 9 pero en vez de irse a su propia casa, se acostó a la entrada del palacio, donde dormía la guardia real. 10 David se enteró de que Urías no había ido a su casa, así que preguntó: —Has hecho un viaje largo, ¿por qué no fuiste a tu casa?

11 —En este momento —respondió Urías—, tanto el arca como los hombres de Israel y de Judá se guarecen en simples enramadas, y mi señor Joab y sus oficiales acampan al aire libre, ¿y yo voy a entrar en mi casa para darme un banquete y acostarme con mi esposa? ¡Tan cierto como que usted vive, yo no puedo hacer tal cosa! 12 —Bueno, entonces quédate hoy aquí y mañana te enviaré de regreso —respondió David.

Urías se quedó ese día en Jerusalén. Pero al día siguiente 13 David lo invitó a un banquete y logró emborracharlo. A pesar de eso, Urías no fue a su casa, sino que volvió a pasar la noche donde dormía la guardia real. 14 A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. 15 La carta decía: «Pongan a Urías al frente de la batalla, donde la lucha sea más dura. Luego déjenlo solo para que lo hieran y lo maten». 16 Por tanto, cuando Joab ya había sitiado la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. 17 Los de la ciudad salieron para enfrentarse a Joab, y entre los oficiales de David que cayeron en batalla también perdió la vida Urías el hitita.

18 Entonces Joab envió a David un informe con todos los detalles del combate 19 y dio esta orden al mensajero: «Cuando hayas terminado de contarle al rey todos los pormenores del combate, 20 tal vez se enoje y te pregunte: “¿Por qué se acercaron tanto a la ciudad para atacarla? ¿Acaso no sabían que les dispararían desde la muralla? 21 ¿Quién mató a Abimélec, hijo de Yerubéset?[f] ¿No fue acaso una mujer la que arrojó una piedra de molino desde la muralla de Tebes y lo mató? ¿Por qué se acercaron tanto a la muralla?”. Pues, si te hace estas preguntas, respóndele: “También ha muerto Urías el hitita, su siervo”».

22 El mensajero partió y al llegar contó a David todo lo que Joab había mandado decir. 23 —Los soldados enemigos nos estaban venciendo —dijo el mensajero—, pero cuando nos atacaron a campo abierto pudimos rechazarlos hasta la entrada de la ciudad. 24 Entonces los arqueros dispararon desde la muralla a los soldados de Su Majestad, de modo que murieron varios de los nuestros. También ha muerto Urías el hitita, su siervo.

25 Entonces David dijo al mensajero: —Dile a Joab de mi parte que no se aflija tanto por lo que ha pasado, pues la espada devora sin discriminar. Dile también que reanude el ataque contra la ciudad, hasta destruirla. Y anímalo. 26 Cuando Betsabé se enteró de que Urías, su esposo, había muerto, hizo duelo por él. 27 Después del luto, David mandó que se la llevaran al palacio y la tomó por esposa. Con el tiempo, ella le dio un hijo. Sin embargo, lo que David había hecho desagradó al Señor.

 

Juan 15:1 – 27

Jesús, la vid verdadera

15 »Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. 2 Toda rama que en mí no da fruto la corta; pero toda rama que da fruto la poda[a] para que dé más fruto todavía. 3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado. 4 Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. 5 »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. 6 El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. 7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. 8 Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.

9 »Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. 10 Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa. 12 Y este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. 13 Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. 16 No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. 17 Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.

Jesús y sus discípulos aborrecidos por el mundo

18 »Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes me aborreció a mí. 19 Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. 20 Recuerden lo que les dije: “Ningún siervo es más que su amo”.[b] Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis palabras, también obedecerán las de ustedes. 21 Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me aborrece a mí también aborrece a mi Padre. 24 Si yo no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro antes ha realizado, no serían culpables de pecado. Pero ahora las han visto y, sin embargo, a mí y a mi Padre nos han aborrecido. 25 Pero esto sucede para que se cumpla lo que está escrito en la Ley de ellos: “Me odiaron sin motivo”.[c]

26 »Cuando venga el Consolador que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará acerca de mí. 27 Y también ustedes darán testimonio porque han estado conmigo desde el principio.

 

Salmo 119:49 – 64

Zayin

49 Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza. 50 Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida. 51 Los insolentes me ofenden hasta el colmo, pero yo no me aparto de tu Ley. 52 Me acuerdo, Señor, de tus leyes de antaño y encuentro consuelo en ellas. 53 Me llenan de indignación los malvados, los que abandonan tu Ley. 54 Tus estatutos han sido mis cánticos donde vivo como extranjero. 55 Señor, por la noche recuerdo tu nombre, para cumplir tu Ley. 56 Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos.[a]

Jet

57 ¡Mi herencia eres tú, Señor! Prometo obedecer tus palabras. 58 Busco tu rostro de todo corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. 59 Me he puesto a pensar en mis caminos, y he vuelto mis pasos hacia tus mandatos. 60 Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos. 61 Aunque los lazos de los malvados me aprisionen, yo no me olvido de tu Ley. 62 A medianoche me levanto a darte gracias por tus justas leyes. 63 Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos. 64 De tu gran amor, Señor, está llena la tierra: enséñame tus estatutos.

 

Proverbios 16:1 – 3

16 El ser humano hace planes, pero la palabra final la tiene el Señor. 2 Todos los caminos del ser humano son limpios a sus ojos, pero las intenciones las juzga el Señor. 3 Pon en manos del Señor todas tus obras y tus proyectos se cumplirán.