Isaías 37:1 – 38:22
Isaías profetiza la liberación de Jerusalén
37 Cuando el rey Ezequías escuchó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y fue al Templo del Señor. 2 Además, envió a Eliaquín, administrador del palacio, al cronista Sebna y a los sacerdotes más ancianos, todos vestidos de luto, para hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. 3 Y estos dijeron a Isaías: «Así dice Ezequías: “Hoy es un día de angustia, castigo y deshonra, como cuando los hijos están a punto de nacer y no se tienen fuerzas para darlos a luz. 4 Tal vez el Señor tu Dios oiga las palabras del comandante en jefe, a quien su señor, el rey de Asiria, envió para insultar al Dios viviente. ¡Que el Señor tu Dios lo castigue por las palabras que ha oído! Eleva, pues, una oración por el remanente del pueblo que aún sobrevive”».
5 Cuando los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, 6 este les dijo: «Díganle a su señor que así dice el Señor: “No temas por las blasfemias que has oído y que han pronunciado contra mí los subalternos del rey de Asiria. 7 ¡Mira! Voy a poner un espíritu en él, de manera que cuando oiga cierto rumor regrese a su propio país. Allí haré que lo maten a filo de espada”». 8 Cuando el comandante en jefe se enteró de que el rey de Asiria había salido de Laquis, se retiró y encontró al rey luchando contra Libná.
9 Luego Senaquerib recibió el informe de que Tiracá, rey de Cus, había salido para luchar contra él. Al enterarse de esto, envió mensajeros a Ezequías 10 para que le dijeran: «Tú, Ezequías, rey de Judá: No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe cuando dice: “No caerá Jerusalén en manos del rey de Asiria”. 11 Sin duda te habrás enterado de lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y acaso vas tú a librarte? 12 ¿Libraron sus dioses a las naciones que mis antepasados han destruido: Gozán, Jarán, Résef y la gente de Edén que vivía en Telasar? 13 ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvayin, de Hená o Ivá?».
Oración de Ezequías
14 Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo del Señor, la desplegó delante del Señor, 15 y oró así: 16 «Señor de los Ejércitos, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. 17 Presta atención, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira; escucha todas las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente.
18 »Es verdad, Señor, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. 19 Han arrojado al fuego sus dioses y los han destruido, porque no eran dioses, sino solo madera y piedra, obra de manos humanas. 20 Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Señor, eres Dios».[a]
Muerte de Senaquerib
21 Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió este mensaje a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, 22 esta es la palabra que yo, el Señor, he pronunciado contra él: »La virginal hija de Sión te desprecia y se burla de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza al verte huir. 23 ¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado los ojos con orgullo? ¡Contra el Santo de Israel! 24 Has enviado a tus siervos a insultar al Señor, diciendo: “Con mis numerosos carros de combate escalé las cumbres de las montañas, las laderas del Líbano. Talé sus cedros más altos, sus cipreses más selectos. Alcancé sus cumbres más lejanas y sus bosques más frondosos. 25 Cavé pozos en tierras extranjeras [b y en esas aguas apagué mi sed. Con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto”.
26 »¿No te has dado cuenta? Hace mucho tiempo que lo he preparado. Desde tiempo atrás lo vengo planeando y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas a las ciudades fortificadas. 27 Sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados. Son como plantas en el campo, como tiernos pastos verdes, como hierba que brota sobre el techo y que se quema[c] antes de crecer.
28 »Yo sé bien cuándo te sientas, cuándo sales, cuándo entras y cuánto ruges contra mí. 29 Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca. Además, por el mismo camino por donde viniste te haré regresar. 30 »Esta será la señal para ti, Ezequías: »Este año comerán lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembrarán y cosecharán, plantarán viñas y comerán su fruto.
31 Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá echarán raíces abajo y, arriba, darán fruto. 32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del Señor de los Ejércitos. 33 »Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria: »“No entrará en esta ciudad ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. 34 Volverá por el mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará!”. Yo, el Señor, lo afirmo. 35 Por mi honor y por consideración a David mi siervo, defenderé esta ciudad y la salvaré».
36 Entonces el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron, allí estaban tendidos todos los cadáveres. 37 Así que Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se retiró. Volvió a Nínive y permaneció allí. 38 Pero un día, mientras adoraba en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer lo mataron a espada y escaparon a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón lo sucedió en el trono.
Enfermedad de Ezequías
38 Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. El profeta Isaías, hijo de Amoz, fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás”». 2 Ezequías volvió el rostro hacia la pared y rogó al Señor: 3 «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad e integridad y he hecho lo que te agrada». Y Ezequías lloró amargamente.
4 Entonces la palabra del Señor vino a Isaías: 5 «Ve y dile a Ezequías: “Así dice el Señor, Dios de su antepasado David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a darte quince años más de vida. 6 Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad. 7 »”Esta es la señal que el Señor te dará para confirmar lo que te ha prometido: 8 Haré que en la escala de Acaz la sombra del sol retroceda las diez gradas que ya ha bajado”». ¡Entonces, la luz del sol retrocedió las diez gradas que ya había bajado!
Escrito de Ezequías
9 Después de su enfermedad y recuperación, Ezequías, rey de Judá, escribió: 10 «Yo decía: “¿En la plenitud de mi vida, debo pasar por las puertas de la muerte[d] y ser privado del resto de mis días?”. 11 Yo decía: “Ya no veré más al Señor en esta tierra de los vivientes; ya no contemplaré más a los seres humanos, a los que habitan este mundo”.[e] 12 Me quitaron mi casa, me la arrebataron, como si fuera la tienda de campaña de un pastor. Como un tejedor enrollé mi vida y él me la arrancó del telar. ¡De la noche a la mañana acabó conmigo! 13 Pacientemente esperé hasta la aurora, pero él, como león, me quebró todos los huesos. ¡De la noche a la mañana acabó conmigo! 14 Chillé como golondrina, como grulla; gemí como paloma. Mis ojos se cansaron de mirar al cielo. ¡Angustiado estoy, Señor! ¡Acude en mi ayuda!
15 »Pero ¿qué puedo decir? Él mismo me lo anunció y así lo ha hecho. Toda mi vida andaré humildemente, por causa de la amargura de mi alma. 16 Señor, por tales cosas viven los hombres y también mi espíritu encuentra vida en ellas. Tú me devolviste la salud y me diste vida. 17 Sin duda, fue para mi bien pasar por tal angustia. Con tu amor me guardaste de la fosa destructora, y les diste la espalda a todos mis pecados. 18 El sepulcro[f] nada te agradece; la muerte no te alaba.
Los que descienden a la fosa nada esperan de tu fidelidad. 19 Los que viven y solo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Los padres hablarán a sus hijos de tu fidelidad. 20 »El Señor me salvará, y en el Templo del Señor todos los días de nuestra vida cantaremos con instrumentos de cuerda». 21 Isaías había dicho: «Preparen una pasta de higos, aplíquensela en la llaga y él se recuperará». 22 Y Ezequías había preguntado: «¿Qué señal recibiré de que se me permitirá subir al Templo del Señor?».
Gálatas 6:1 – 18
La ayuda mutua
Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. 2 Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo. 3 Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es nada, se engaña a sí mismo. 4 Cada cual examine su propia conducta; y si tiene algo de qué presumir, que no se compare con nadie. 5 Que cada uno cargue con su propia responsabilidad. 6 El que recibe instrucción en la palabra de Dios comparta todo lo bueno con quien le enseña.
7 No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. 8 El que siembra para agradar a su carne, de esa misma carne cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. 9 No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. 10 Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos y en especial a los de la familia de la fe.
No la circuncisión, sino una nueva creación
11 Miren que les escribo de mi puño y letra, ¡y con letras bien grandes! 12 Los que tratan de obligarlos a ustedes a circuncidarse lo hacen únicamente para dar una buena impresión y evitar ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo. 13 Ni siquiera esos que están circuncidados obedecen la Ley; lo que pasa es que quieren obligarlos a ustedes a circuncidarse para luego jactarse de la señal que ustedes llevarían en el cuerpo. 14 En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien[a] el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo. 15 Para nada cuenta estar o no estar circuncidados; lo que importa es ser parte de una nueva creación. 16 Paz y misericordia desciendan sobre todos los que siguen esta norma y sobre el Israel de Dios.
17 Por lo demás, que nadie me cause más problemas, porque yo llevo en el cuerpo las cicatrices de Jesús. 18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con el espíritu de cada uno de ustedes. Amén.
Salmo 65:1 – 13
Al director musical. Salmo de David. Cántico.
65 A ti, oh Dios, en Sión, te espera la alabanza, y a ti se te deben cumplir las promesas. 2 Tú escuchas la oración, a ti acude todo mortal. 3 Cuando nuestras iniquidades y nuestros delitos nos abrumaban, tú los perdonaste. 4 ¡Dichoso aquel a quien tú escoges, al que atraes a ti para que viva en tus atrios! Saciémonos de los bienes de tu casa, de los dones de tu santo Templo.
5 Tú, oh Dios y Salvador nuestro, nos respondes con asombrosas obras de justicia; tú eres la esperanza de los confines de la tierra y de los más lejanos mares. 6 Tú, con tu poder, formaste las montañas, ceñido de fuerza. 7 Tú calmaste el rugido de los mares, el estruendo de sus olas y el tumulto de los pueblos. 8 Los que viven en remotos lugares se asombran ante tus prodigios; desde el amanecer hasta el anochecer tú inspiras canciones de alegría.
9 Cuidas la tierra, la riegas y la enriqueces abundantemente. Los arroyos de Dios se llenan de agua, para asegurarle trigo al pueblo, porque así preparas el campo. 10 Empapas los surcos, nivelas sus terrones, reblandeces la tierra con lluvias abundantes y bendices sus renuevos. 11 Tú coronas el año con tus bondades y tus carretas se desbordan de abundancia. 12 Rebosan los prados del desierto; las colinas se visten de alegría. 13 Pobladas de rebaños están las praderas y cubiertos los valles de trigales, aclaman y cantan alegres.
Proverbios 23:24
23:24 El padre del justo experimenta gran regocijo; quien tiene un hijo sabio se deleita en él.