Isaías 43:14 – 45:10
La misericordia de Dios y la infidelidad de Israel
43:14 Así dice el Señor, su Redentor, el Santo de Israel: «Por ustedes enviaré gente a Babilonia; abatiré a todos como fugitivos. En los barcos que eran su orgullo, abatiré a los babilonios.[a] 15 Yo soy el Señor, su Santo; soy su Rey, el Creador de Israel».
16 Así dice el Señor, el que abrió un camino en el mar, una senda a través de las aguas caudalosas; 17 el que hizo salir carros de combate y caballos, ejército y guerrero al mismo tiempo, los cuales quedaron tendidos para nunca más levantarse, extinguidos como mecha que se apaga: 18 «Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. 19 ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto y ríos en lugares desolados. 20 Me honran los animales salvajes, los chacales y los avestruces; yo hago brotar agua en el desierto, ríos en lugares desolados, para dar de beber a mi pueblo escogido, 21 al pueblo que formé para mí mismo, para que proclame mi alabanza.
22 »Pero tú, Jacob, no me has invocado; tú, Israel, te has cansado de mí. 23 No me has traído el cordero de tus holocaustos ni me has honrado con tus sacrificios. No te he abrumado exigiendo ofrendas de grano ni te he agobiado reclamando incienso. 24 No me has comprado caña aromática ni me has saciado con el sebo de tus sacrificios. ¡En cambio, tú me has abrumado con tus pecados y me has agobiado con tus iniquidades!
25 »Soy yo, solo yo, el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados. 26 ¡Hazme recordar! Presentémonos a juicio; plantea el argumento de tu inocencia. 27 Tu primer antepasado pecó; tus voceros se rebelaron contra mí. 28 Por eso humillé a las autoridades del templo; entregué a Jacob a la destrucción total, entregué a Israel al menosprecio.
Israel, el escogido
44 »Pero ahora escucha, Jacob, mi siervo, Israel, a quien he escogido. 2 Así dice el Señor, el que te hizo, el que te formó en el seno materno y te brinda su ayuda: “No temas, Jacob, mi siervo, Jesurún, a quien he escogido, 3 que regaré con agua la tierra sedienta y con arroyos el suelo seco;
derramaré mi Espíritu sobre tu descendencia y mi bendición sobre tus vástagos, 4 y brotarán como hierba en un prado, como sauces junto a arroyos. 5 Uno dirá: ‘Pertenezco al Señor’; otro llevará el nombre de Jacob y otro escribirá en su mano: ‘Yo soy del Señor’ y tomará para sí el nombre de Israel”.
El Señor y los ídolos
6 »Así dice el Señor, el Señor de los Ejércitos, Rey y Redentor de Israel: “Yo soy el Primero y el Último; fuera de mí no hay otro dios. 7 ¿Quién es como yo? Que lo diga. Que declare lo que ha ocurrido desde que establecí a mi antiguo pueblo; que exponga ante mí lo que está por venir, que anuncie lo que va a suceder. 8 No tiemblen ni se asusten. ¿Acaso no lo anuncié y predije hace tiempo? Ustedes son mis testigos. ¿Hay algún Dios fuera de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna”».
9 Los que fabrican imágenes no son nada; inútiles son sus obras más preciadas. Para su propia vergüenza, sus propios testigos no ven ni conocen. 10 ¿Quién modela una imagen o funde un ídolo, que no sirve para nada? 11 Todos sus devotos quedarán avergonzados; ¡simples mortales son los artesanos! Que todos se reúnan y comparezcan; ¡aterrados y avergonzados quedarán todos ellos!
12 El herrero toma una herramienta y con ella trabaja sobre las brasas; con martillo modela un ídolo, con la fuerza de su brazo lo forja. Siente hambre y pierde las fuerzas; no bebe agua y desfallece. 13 El carpintero mide con un cordel, hace un boceto con un estilete, lo trabaja con el escoplo y lo traza con el compás. Le da forma humana; le imprime la belleza de un ser humano, para que habite en un santuario. 14 Derriba los cedros, escoge un ciprés o un roble y lo deja crecer entre los árboles del bosque; o planta un pino, que la lluvia hace crecer. 15 A la gente le sirve de combustible, toma una parte para calentarse; enciende un fuego y hornea pan. Pero también labra un dios y lo adora; hace una imagen y se postra ante ella. 16 La mitad de la madera la quema en el fuego, sobre esa mitad prepara su comida; asa la carne y se sacia. También se calienta y dice: «¡Ah! Ya voy entrando en calor, mientras contemplo las llamas». 17 Con el resto hace un dios, su ídolo; se postra ante él y la adora. Y suplicante dice: «Sálvame, pues tú eres mi dios».
18 No saben nada, no entienden nada; sus ojos están velados y no ven; su corazón está cerrado y no entienden. 19 Ninguno se detiene a pensar, les falta conocimiento y entendimiento para decir: «Usé la mitad para combustible; incluso horneé pan sobre las brasas, asé carne y la comí. ¿Y haré algo abominable con lo que queda? ¿Me postraré ante un pedazo de madera?». 20 Se alimentan de cenizas, se dejan engañar por sus ilusos corazones, no pueden salvarse a sí mismos ni decir: «¡Lo que tengo en mi diestra es una mentira!».
21 «Recuerda estas cosas, Jacob, porque tú eres mi siervo, Israel. Yo te formé, tú eres mi siervo; Israel, yo no te olvidaré. 22 Como si fuera una nube he borrado tus transgresiones y tus pecados, como la bruma de la mañana. Vuelve a mí, que te he redimido». 23 ¡Canten de alegría, cielos, que esto lo ha hecho el Señor! ¡Griten con fuerte voz, profundidades de la tierra! ¡Prorrumpan en canciones, montañas y bosques, con todos sus árboles! Porque el Señor ha redimido a Jacob, Dios ha manifestado su gloria en Israel.
Jerusalén vuelve a ser habitada
24 «Así dice el Señor, tu Redentor, quien te formó en el seno materno: »Yo soy el Señor, que ha hecho todas las cosas, yo solo desplegué los cielos y expandí la tierra. ¿Quién estaba conmigo? 25 Yo frustro las señales de los falsos profetas y ridiculizo a los adivinos; yo hago retroceder a los sabios y convierto su sabiduría en necedad. 26 Yo confirmo la palabra de mi siervo y cumplo el consejo de mis mensajeros. »Yo digo que Jerusalén será habitada, que los pueblos de Judá serán reconstruidos y que restauraré sus ruinas. 27 Yo digo a las aguas profundas: “¡Séquense!”. Y ordeno que se sequen sus corrientes. 28 Yo digo de Ciro: “Él es mi pastor; él cumplirá todos mis deseos; dispondrá que Jerusalén sea reconstruida y que se pongan los cimientos del Templo”».
45 Así dice el Señor a Ciro, su ungido, a quien tomó de la mano derecha para someter a su dominio las naciones y despojar de su armadura a los reyes, para abrir a su paso las puertas y dejar abiertas las entradas: 2 «Marcharé al frente de ti y allanaré las montañas;[b] haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro. 3 Te daré los tesoros de las tinieblas y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre. 4 Por causa de Jacob mi siervo, de Israel mi escogido, te llamo por tu nombre y te confiero un título de honor, aunque tú no me conoces.
5 Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay ningún Dios. Aunque tú no me conoces, te fortaleceré, 6 para que sepan de oriente a occidente que no hay ningún otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay ningún otro. 7 Yo formo la luz y creo las tinieblas, traigo bienestar y creo calamidad; Yo, el Señor, hago todas estas cosas. 8 »¡Destilen, cielos, desde lo alto! ¡Nubes, hagan llover justicia! ¡Que se abra la tierra de par en par! ¡Que brote la salvación! ¡Que crezca con ella la justicia! Yo, el Señor, lo he creado». 9 ¡Ay del que contiende con su Hacedor! ¡Ay del que no es más que un tiesto entre los tiestos de la tierra! ¿Acaso el barro reclama al alfarero: «¡Fíjate en lo que haces! ¡Tu vasija no tiene agarraderas!»? 10 ¡Ay!, del que reprocha a su padre: «¡Mira lo que has engendrado!». ¡Ay!, del que reclama a su madre: «¡Mira lo que has dado a luz!».
Efesios 3:1 – 21
Pablo y el misterio de Cristo
3 Por esta razón yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por el bien de ustedes los no judíos, me arrodillo en oración.[a] 2 Sin duda se han enterado del plan de la gracia de Dios que él me encomendó para ustedes, 3 es decir, el misterio que me dio a conocer por revelación, como ya les escribí brevemente. 4 Al leer esto, podrán darse cuenta de que comprendo el misterio de Cristo. 5 Ese misterio, que en otras generaciones no se dio a conocer a los seres humanos, ahora se ha revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Dios. 6 Es decir, que los no judíos son, junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio.
7 De este evangelio llegué a ser servidor. Este fue el regalo que Dios me dio por su gracia, conforme a su poder eficaz. 8 Aunque soy el más insignificante de todos los creyentes, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo 9 y de hacer entender a todos el plan divino, el misterio que desde los tiempos eternos se mantuvo oculto en Dios, creador de todas las cosas. 10 El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, 11 conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor. 12 En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios. 13 Así que les pido que no se desanimen a causa de lo que sufro por ustedes, ya que estos sufrimientos míos son para ustedes un honor.
Oración por los efesios
14 Por esta razón me arrodillo delante del Padre, 15 de quien recibe nombre toda familia[b] en el cielo y en la tierra. 16 Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, 17 para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, 18 puedan comprender, junto con todos los creyentes, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo. 19 En fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. 20 Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, 21 ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén.
Salmo 68:1 – 18
Al director musical. Salmo de David. Cántico.
68 Que se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que lo odian. 2 Que desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios los malvados, como cera que se derrite en el fuego. 3 Pero que los justos se alegren y se regocijen; que estén felices y alegres delante de Dios. 4 Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga sobre las nubes, y regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor! 5 Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su morada santa. 6 Dios da un hogar a los desamparados y dicha a los cautivos que libera; pero los rebeldes habitarán en el desierto.
7 Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través del desierto marchaste, Selah 8 la tierra se estremeció, el cielo derramó su lluvia delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios de Israel. 9 Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. 10 Tu familia se estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre. 11 El Señor ha emitido la palabra y las mensajeras que la proclaman son una multitud poderosa: 12 «Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: 13 alas de paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente, mientras ustedes se quedan a dormir entre los rebaños». 14 Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve cayendo sobre la cumbre del Zalmón.
15 Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de Basán, montañas escarpadas: 16 ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir, donde el Señor habitará por siempre? 17 Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para entrar en su santuario. 18 Cuando tú, Dios y Señor, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; recibiste ofrendas entre los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada.
Proverbios 24:1 – 2
20
24 No envidies a los malvados ni procures su compañía; 2 porque en su corazón planean violencia y no hablan más que de cometer fechorías.