Números 10:1-11:23
La señal de las trompetas
10 El Señor dijo a Moisés: 2 «Hazte dos trompetas de plata trabajada, y úsalas para reunir al pueblo acampado y para dar la señal de ponerse en marcha. 3 Cuando ambas trompetas den el toque de reunión, toda la comunidad se reunirá contigo a la entrada de la Tienda de reunión. 4 Cuando solo una de ellas dé el toque, se reunirán contigo únicamente los jefes de las tribus de Israel. 5 Al primer toque de avance, se pondrán en marcha las tribus que acampan al este, 6 y al segundo toque las que acampan al sur. Es decir, la señal de partida será el toque de avance. 7 Cuando se quiera reunir a la comunidad, el toque de reunión que se dé será diferente.
8 »Las trompetas las tocarán los hijos de Aarón, los sacerdotes. Esto será un estatuto perpetuo para ustedes y sus descendientes.
9 »Cuando estén ya en su propia tierra y tengan que salir a la guerra contra el enemigo opresor, las trompetas darán la señal de combate. Entonces el Señor su Dios se acordará de ustedes y los salvará de sus enemigos.
10 »Cuando celebren fiestas en fechas solemnes o festival de luna nueva, también tocarán trompetas para anunciar los holocaustos y los sacrificios de comunión. Así Dios se acordará de ustedes. Yo soy el Señor su Dios».
Desde el Sinaí hasta Parán
11 El día veinte del segundo mes del año segundo, la nube se levantó del santuario donde están las tablas del pacto. 12 Entonces los israelitas avanzaron desde el desierto de Sinaí hasta el desierto de Parán, donde la nube se detuvo. 13 A la orden que el Señor dio por medio de Moisés, los israelitas emprendieron la marcha por primera vez.
14 Los primeros en partir fueron los escuadrones que marchaban bajo el estandarte del campamento de Judá. Los comandaba Naasón, hijo de Aminadab. 15 Natanael, hijo de Zuar, comandaba el escuadrón de la tribu de Isacar. 16 Eliab, hijo de Helón, comandaba el escuadrón de la tribu de Zabulón. 17 Entonces se desmontó el santuario, y los guersonitas y meraritas que lo transportaban se pusieron en marcha.
18 Les siguieron los escuadrones que marchaban bajo el estandarte del campamento de Rubén. Los comandaba Elisur, hijo de Sedeúr. 19 Selumiel, hijo de Zurisaday, comandaba el escuadrón de la tribu de Simeón 20 y Eliasaf, hijo de Deuel, comandaba el escuadrón de la tribu de Gad. 21 Luego partieron los coatitas, que llevaban las cosas sagradas. El santuario se levantaba antes de que ellos llegaran al próximo lugar de campamento.
22 Les siguieron los escuadrones que marchaban bajo el estandarte del campamento de Efraín. Los comandaba Elisama, hijo de Amiud. 23 Gamaliel, hijo de Pedasur, comandaba el escuadrón de la tribu de Manasés, 24 y Abidán, hijo de Gedeoni, comandaba el escuadrón de la tribu de Benjamín.
25 Por último, a la retaguardia de todos los campamentos, partieron los escuadrones que marchaban bajo el estandarte del campamento de Dan. Los comandaba Ajiezer, hijo de Amisaday. 26 Paguiel, hijo de Ocrán, comandaba el escuadrón de la tribu de Aser 27 y Ajirá, hijo de Enán, comandaba el escuadrón de la tribu de Neftalí. 28 Este era el orden de los escuadrones israelitas, cuando se ponían en marcha.
Moisés invita a Hobab
29 Entonces Moisés dijo al madianita Hobab, hijo de Reuel, que era su suegro:
—Estamos por partir hacia la tierra que el Señor prometió darnos. Ven con nosotros. Seremos generosos contigo, ya que el Señor ha prometido ser generoso con Israel.
30 —No, no iré —respondió Hobab—, quiero regresar a mi tierra y a mi familia.
31 —Por favor, no nos dejes —insistió Moisés—. Tú conoces bien los lugares del desierto donde debemos acampar. Tú serás nuestro guía. 32 Si vienes con nosotros, compartiremos contigo todo lo bueno que el Señor nos dé.
Israel se pone en marcha
33 Los israelitas partieron de la montaña del Señor y anduvieron por espacio de tres días, durante los cuales el arca del pacto del Señor marchaba al frente de ellos para buscarles un lugar donde acampar. 34 Cuando partían, la nube del Señorpermanecía sobre ellos todo el día.
35 Cada vez que el arca se ponía en marcha, Moisés decía:
«¡Levántate, Señor! Sean dispersados tus enemigos; huyan de tu presencia los que te odian».
36 Pero cada vez que el arca se detenía, Moisés decía:
«¡Regresa, Señor, a la incontable muchedumbre de Israel!».
El fuego del Señor en Taberá
11 Aconteció que el pueblo se quejó de las dificultades que estaba sufriendo. Al oírlos el Señor, ardió en ira y su fuego consumió los alrededores del campamento. 2 Entonces el pueblo clamó a Moisés y este oró al Señor por ellos y el fuego se apagó. 3 Por eso aquel lugar llegó a ser conocido como Taberá,[a]pues el fuego del Señor ardió entre ellos.
Queja del pueblo en Quibrot Hatavá
4 Gente de toda clase se había mezclado con los israelitas. Esa gente solo pensaba en comer. Y también los israelitas volvieron a llorar y dijeron: «¡Quién nos diera carne! 5 ¡Cómo echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto! ¡También comíamos pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! 6 Pero ahora tenemos reseca la garganta, ¡y no vemos nada que no sea este maná!».
7 El maná se parecía a la semilla del cilantro y su color era como el de la resina. 8 El pueblo salía a recogerlo y lo molía entre dos piedras o bien lo machacaba en morteros y lo cocía en una olla o hacía pan con él. Sabía a pan amasado con aceite. 9 Por la noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná.
Queja de Moisés en Quibrot Hatavá
10 Moisés escuchó que las familias del pueblo lloraban, cada una a la entrada de su tienda, con lo cual hacían que la ira del Señor se encendiera en extremo. Entonces, muy disgustado, 11 Moisés oró al Señor:
—Si yo soy tu siervo, ¿por qué me tratas mal? ¿Por qué me niegas tu favor y me obligas a cargar con todo este pueblo? 12 ¿Acaso yo lo concebí o lo di a luz para que me exijas que lo lleve en mi regazo como si fuera su nodriza y lo lleve hasta la tierra que prometiste a sus antepasados? 13 Todo este pueblo viene llorando a pedirme carne. ¿De dónde voy a sacarla? 14 Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí! 15 Si este es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia!
El Señor responde a Moisés
16 El Señor respondió a Moisés:
—Tráeme a setenta ancianos de Israel y asegúrate de que sean ancianos y oficiales del pueblo. Llévalos a la Tienda de reunión y haz que esperen allí contigo. 17 Yo descenderé para hablar contigo y compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga de este pueblo. Así no tendrás que llevarla tú solo.
18 »Al pueblo solo le dirás lo siguiente: “Conságrense para mañana, pues van a comer carne. Ustedes lloraron ante el Señor y le dijeron: ¡Quién nos diera carne! ¡En Egipto la pasábamos mejor! Pues bien, el Señor les dará carne y tendrán que comérsela. 19 No la comerán un solo día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte, 20 sino todo un mes, hasta que les salga por las narices y les provoque náuseas. Y esto por haber despreciado al Señor que está en medio de ustedes y por haber llorado, diciendo: ¿Por qué tuvimos que salir de Egipto?”».
La palabra de Dios se cumple
21 Moisés respondió:
—Me encuentro en medio de un ejército de seiscientos mil hombres, ¿y tú hablas de darles carne todo un mes? 22 Aunque se degollaran todas las ovejas y vacas, ¿les alcanzaría? Y aunque se pescaran todos los peces del mar, ¿eso les bastaría?
23 El Señor respondió a Moisés:
—¿Acaso el poder del Señor es limitado? ¡Pues ahora verás si te cumplo o no mi palabra!
Marcos 14:1-21
Una mujer unge a Jesús en Betania
14 Faltaban solo dos días para la Pascua y para la fiesta de los Panes sin levadura. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban con artimañas cómo arrestar a Jesús para matarlo. 2 Por eso decían: «No durante la fiesta, no sea que se amotine el pueblo».
3 En Betania, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Simón, el que había tenido una enfermedad en la piel, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
4 Algunos de los presentes comentaban indignados:
—¿Para qué este desperdicio de perfume? 5 Podía haberse vendido por el salario de más de un año de trabajo[a] para dárselo a los pobres.
Y la reprendían con severidad.
6 —Déjenla en paz —dijo Jesús—. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. 7 A los pobres siempre los tendrán con ustedes, y podrán ayudarlos cuando quieran; pero a mí no me van a tener siempre. 8 Ella hizo lo que pudo. Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. 9 Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo.
10 Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús. 11 Ellos se alegraron al oírlo y prometieron darle dinero. Así que él buscaba la ocasión propicia para entregarlo.
La Cena del Señor
12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando se acostumbraba a sacrificar el cordero de la Pascua, los discípulos preguntaron a Jesús:
—¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas la Pascua?
13 Él envió a dos de sus discípulos con este encargo: «Vayan a la ciudad y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, 14 y allí donde entre díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿dónde está mi sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”».15 Él les mostrará en la planta alta una sala amplia, amueblada y arreglada. Preparen allí nuestra cena.
16 Los discípulos salieron, entraron en la ciudad y encontraron todo tal y como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.
17 Al anochecer, llegó Jesús con los doce. 18 Mientras estaban sentados a la mesa comiendo, dijo:
—Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar.
19 Ellos se pusieron tristes y uno tras otro empezaron a preguntarle:
—¿Acaso seré yo?
20 —Es uno de los doce —contestó—, uno que moja el pan conmigo en el plato. 21 El Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
Salmo 51:1-19
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu misericordia, borra mis transgresiones. 2 Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. 3 Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. 4 Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa y tu juicio, irreprochable. 5 Yo sé que soy pecador de nacimiento; pecador, desde que me concibió mi madre. 6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. 7 Purifícame con hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. 8 Anúnciame gozo y alegría; infunde gozo en estos huesos que has quebrantado. 9 Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu firme dentro de mí.11 No me alejes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu. 12 Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu de obediencia me sostenga.13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se volverán a ti.14 Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de derramar sangre y mi lengua alabará tu justicia.15 Abre, Señor, mis labios y mi boca proclamará tu alabanza.16 Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería.17 El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.18 En tu buena voluntad, haz que prospere Sión; levanta los muros de Jerusalén.19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del todo quemados, y sobre tu altar se ofrecerán novillos.
Proverbios 10:31-32
La boca del justo expresa sabiduría, pero la lengua perversa será cercenada. 32 Los labios del justo saben lo que conviene, pero de la boca del malvado brota perversidad.